Capítulo 8: Cuando el príncipe se transformó en gato

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El rostro del príncipe fue perdiendo todo color hasta quedar como una hoja en blanco. Pero, como era propio de él, no tardó en recomponerse y levantarse desenredando las cobijas.

—Lo siento, no debí dejarla, yo...

—No sabías —Es lo único que dijo mientras se colocaba su gabán encima de la camisa de lino. Su ceño se mantenía fruncido en un rostro de mármol helado—. Debemos salir de aquí.

En una maleta juntaron todo lo importante y salieron. Afuera, la aldea todavía dormía refugiada en esa dulce calidez que la rodeaba y siendo custodiada por altos pinos que se mantenían de hojas verdes en invierno. Ambos jóvenes bajaron con cuidado las escaleras de madera tortuosas que recorrían en espiral desde la pequeña casa hasta el suelo.

Unas risas rompieron el silencio de los fugitivos y cuando buscó el origen encontró más allá a varias de las criaturas cantando junto al cochero sosteniéndose entre ellos como si fuera una noche de borrachera y malas canciones en una taberna de la capital. Notó que bebían aquella savia del árbol que preparó el médico. El cochero ya tenía dos orejas de conejo pero no parecía darse cuenta de eso.

—¿Deberíamos...?

—Es tarde para él. Sigue caminando.

Gim continuó pendiente de su entorno y con el corazón aprehendido de que en cualquier momento uno del grupo decidiera voltearse. Pero ninguno lo hizo. Cuando estuvieron ya cerca del gran arco que perfilaba la salida de la aldea, echó una última mirada hacia atrás y notó que el cochero se había convertido en un conejo completamente.

—Karl...—Olvidó lo que iba a decir porque su garganta se secó en cuanto su mirada se encontró con el príncipe heredero. 

Frente a él estaba un felino de pelaje negro con solo una mancha blanca en la nariz rosada. Sus ojos seguían siendo oscuros, pero se veía tan suave que Gim por un momento se quedó sin habla.

—¿Qué...? —Hasta ese momento habían estado caminando agazapados ya que la aldea tenía casas colgantes pequeñas que podrían destruirlas por accidente, pero ahora que ya habían cruzado el umbral de salida, se incorporó y cayó en cuenta que Gim era mucho más alto que él—. Oh, diablos.

—¿Te puedo levantar?

—Ni se te ocurra

De repente se escuchó el fino sonido de un búho como un mal augurio mientras el alba se pintaba a lo lejos. Observaron sin aliento como las casas iban encendiendo sus luces y alguien exclamaba que alguien sin autorización había cruzado el Arco.

—Con todo el respeto, príncipe, te voy a levantar. 

Escuchó un quejido pero no hubo tiempo para más decoro así que sostuvo a su nuevo gato negro de la realeza, su maleta y echó a correr. Sin la protección de la aldea, aunque el sol empezaba a asomar, había demasiadas capas de nieve para correr. Escucharon ladridos y gritos de sus perseguidores. 

La manera correcta de hechizar al príncipe (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora