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Era una rutina para Riki tener que quedarse un rato más en el instituto los días miércoles, ya que tenía clase de dibujo. La misma no duraba mucho, menos de una hora, pero lo suficiente para que todos los pasillos del edificio estén prácticamente despejados.
Le gustaban los miércoles. Disfrutaba el hecho de no encontrarse a nadie en el camino de salida, sin tener que andar empujándose con cada ser humano que observaba obstruir su camino. Tarareaba tranquilamente una canción que se le había quedado pegada, hasta que algo extraño a la lejanía llamó su atención.

Llegó al ala oeste del estacionamiento de la institución, puesto que era bastante amplio, y observó a un muchacho de su clase actuar de una forma bastante sospechosa frente al auto del profesor Min. Grata fue su sorpresa al descubrir que no se trataba de cualquier muchacho, sino que era nada menos que Kim Sunoo.
Riki era una persona bastante metiche, y si podía encontrar algo interesante en todo esto, se quedaría a ver que haría el muchacho. Trató de dirigirse lo más rápido que pudo atrás de un auto para esconderse, asomando su cabeza cuidadosamente para no perderse de ningún movimiento de Sunoo.

Lo observó atentamente; la forma en la que se agachó apenas frente a una de las puertas del automóvil, también como sacaba un cúter de un paquete de plástico, y por último: cuando recorrió con aquella filosa punta el costoso vehículo, dañándolo notablemente. No pudo notar cuanto tiempo estuvo pendiente de cada cosa que hacía, ni siquiera se atrevía a pestañear.
En algún momento el muchacho se iba a dar cuenta de su presencia, y pasó. Sunoo volteó su cabeza rápidamente hacia el lugar donde el Japones se encontraba parado mirándo toda la escena, y por inercia, se agachó rápidamente.

Respiró agitadamente a causa del susto que se había llevado -así se debió sentir el menor al enterarse que fue pillado cometiendo vandalismo-. En cualquier momento vendría a buscarlo, entró más en pánico debido a ese pensamiento.
Optó por correr hacia la salida más cercana que tenía el lugar, escuchando que unos veloces pasos lo perseguían no muy atrás suyo. No supo en qué momento, tenía a un chico que se le tiraba encima, logrando dejarlo tumbado en el piso.
Ni siquiera le entraba en la cabeza por qué razón decidió echarse a correr cuando el que debería huir allí era Sunoo, habiendo cometido un crímen.

-¡Suéltame, demente! -exclamó el rubio al sentir como el contrario apresaba sus muñecas para impedirle que se moviera.

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Riki, finalmente, caminaba hacia su hogar; con la ropa algo sucia por haber sido arrojado hacia el suelo de esa forma tan violenta. La mente le rebosaba de dudas.
Era obvio que el coreano quería encontrar una manera de sacárselo de encima al haberlo descubierto, tenía las suficientes evidencias para delatarlo. Le quiso ver la cara de estúpido al momento de manipularlo.

Él también podía jugar ese juego. Después de todo, el único que estaba en desventaja allí era Sunoo. Probar acostarse con dos chicos no le haría nada mal, no le molestaba cerrar la boca por algo que no le interesaba ni un poco a cambio de sexo.
No le daba vergüenza admitir que era un necesitado, si al fin y al cabo nadie podía terminar de satisfacerlo.

Aunque le doliera en el alma admitirlo, Kim tenía razón. Le había echado el ojo a SungHoon desde el primer momento en que lo vió, y, a diferencia de lo que su novio creía, al enterarse que ya tenía a alguien decidió tachar todas las posibilidades de intentar cualquier cosa con él.
Sonrió inconsciente al pensar que finalmente tendría la oportunidad de tener algo con el novio de Kim Sunoo. Todo funcionaba perfectamente en su cabeza, hasta que recordó algo.

¡Claro, era un trío! Se suponía que debían tener atención los tres, y no sólo dos. Bufó, tan solo pensar en besar a Sunoo le causaba repulsión.
El iluso rubio no sabía que todos aquellos sentimientos de rechazo hacia el coreano cambiarían de un momento para el otro.

*°• ᴘᴜᴢᴢʟᴇ ᴘɪᴇᴄᴇ - ꜱᴜɴꜱᴜɴᴋɪ •°* Donde viven las historias. Descúbrelo ahora