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Septiembre

Bueno, las vacaciones habían pasado muy rápido para el gusto de Samantha, sentía que los dos meses se fueron volando. Hace dos semanas desde su cumpleaños y se encontraba otra vez desayunando, ahora con quince años, dispuesta a ir en su segundo año de secundaria. Lo había pasado fenomenal, sus amigas y los amigos de Rocío la habían mantenido distraída todos los días, conversaba hasta tarde con las tres chicas por Skype. De alguna manera Elizabeth era de sus amigas cercanas y ahora que asistían a la misma escuela. Su hermano, Germán, era un galán y siempre parecía amable con todo el mundo.

Lo único desgraciado en todos los días, fue que una persona no había salido de sus pensamientos: Abril Garza. La chica que por cierto, Samantha odiaba, y que le hacía la vida imposible. Todos los días recordaba sus ojos. Había logrado dejar de pensar en su risa, pero lo único que su mente no podía olvidar, eran sus malditos ojos. Ahora pensar que la volverá a ver, le revolvía el estómago de una forma insoportable, se sentía nerviosa y a la vez ridícula por sentir nervios.

Aunque vivieran en el mismo estado nunca se la encontró, se enteró que esto fue debido a que se hizo un viaje fuera del estado, pero ya volverían al instituto y sea como sea, allí desgraciadamente estarían cara a cara.

— ¡Agh, enserio, que horror! —dijo hundiendo el rostro entre las manos mientras su madre la miraba divertida.

— ¿Sigues atormentada por esa niña, cariño? —preguntó el señor Rivera, como siempre él no entendía la situación.

— Porque esa niña lleva haciéndome imposible la vida —dijo dándole un mordisco a su sandwich, sentía la mantequilla de maní en el paladar—. Por eso no quiero verla.

— Parece todo lo contrario, cariño. Has estado muy ansiosa estos días —dijo su madre, mientras le guiñaba el ojo y Samantha se ruborizaba.

— ¡Mamá! —la regañó, escuchando su risa.

Después de un rato salió directo a la escuela, vestía igual que toda la vida: camisa holgada, un abrigo y jeans desgastados, en conjunto con sus jordan, todo esto de colores blanco y negro. Al llegar, a la primera que encontró hablando en el estacionamiento fue a Rocío. Conversaba alegremente con sus amigos de la infancia y al acercarse, todos la saludaron con ánimos. Elizabeth se echó a los brazos de Samantha y se agarró de ella, todos comenzaron a reír.

— ¡Mujer, déjame respirar! Si nos vimos ayer —reclamó, divertida, cuando Elizabeth se separó y le guiñó el ojo.

Siguieron conversando hasta que llegó Vicky, parecía igual de feliz que siempre, y los saludó a todos cona dulzura que (a veces) la caracterizaba. Después de un rato escucharon el chirrido de unos neumáticos y apareció un convertible azul cerca de ellos, todo el mundo observaba la escena. Como si fuera una película, de el comenzaron a bajar los que conformaban el grupo.

Alana y una chica llamada Molly, conversaban animadamente entre ellas y no lucían igual que el año anterior. Ya al cumplir los quince era cuando las chicas comenzaban a madurar, claramente ya lo habían hecho ya que vestían unos jeans de mezclilla y unas blusas vaporosas que dejaban al descubierto el abdomen. Diego y Juan eran otra historia, vestían unas camisas holgadas de última marca y chaquetas de cuero. Juan fue hasta la puerta y le abrió a la castaña. Esa claramente era Abril Garza. La que Samantha conocía del año pasado era pequeña frente a esta. Estaba radiante y el sol de la playa había dejado un hermoso bronceado. Vestía una falda negra junto a una camisa rosada que dejaba ver un poco de su estómago y una chaqueta, muy grande para que fuese de ella.

Samantha supuso que debía ser de Juan. Apretó los puños, pero aún podía contemplar a la castaña que le sonreía a sus amigas, su cabello ahora estaba más largo y tenía fleco, el cual estaba pintado de rubio, llevaba uñas de color negro a juego con su outfit. De su brazo colgaba una cartera MK, rebuscó en ella y sacó un chicle que le ofreció a Juan, quien lo masticó mientras le daba una sonrisa.

𝕽𝖎𝖛𝖆𝖑𝖊𝖘 ➻ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora