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Había transcurrido una semana. Samantha no hablaba con nadie y si lo hacía con sus amigas, era durante unos breves minutos. Mantenía toda su concentración en los estudios. Duraba horas en la biblioteca, intentado escapar de la realidad, de su asquerosa realidad. Estaba enamorada de la perra que detestaban sus amigas, la misma que la humillaba a ella, la misma que se comía a su novio en los pasillos y la misma a quien había tratado de evitar todos estos días.

Ahora que era consciente de sus sentimientos, sentía un gran nerviosismo al verla, cómo si fuera más torpe de lo estrictamente debido. Sus amigas le preguntaban que sucedía y prefería mentir o cambiar de tema. Las evitaba, evitaba a todo el mundo, al llegar a su casa iba directo a su habitación para estudiar. Ya no podía diferenciar que día era del otro, el tiempo pasaba sin realmente estar pasando para ella. No podía parar de pensar en el rostro de Abril y era una mierda.

Estaba caminando por el pasillo, con su mochila colgándole del hombro y jugaba distraídamente con el cierre de su chamarra mientras avanzaba. Así llevaba todos esos días la chica rubia. Perdida en su mundo de enamorada. Era estúpido y lo sabía, pero no podía evitar sonreír cómo boba cada vez que recordaba la risa de Abril o cómo se asomaban esos regordetes pómulos al sonreír.

— ¡Samanthaaaaa! —canturreó Elizabeth, colgándose de su brazo derecho, y Rocío sujetó el izquierdo.

— ¿De qué va esto? —preguntó, un poco intimidada por las sonrisas pícaras que mostraban sus amigas.

Vicky intentaba parecer neutra, pero se reía.

— Tendremos una reunión de chicas —dijo y las tres comenzaron a llevarla a rastras fuera del colegio, por la calle.

— ¿A dónde vamos? Tengo que estudiar, mañana hay clases y... —intentaba poner vagas excusas, pero sus amigas la ignoraron.

— Samy, hoy es viernes —dijo Elizabeth y ella abrió los ojos ¿No era martes o algo así?

— Hoy, hoy será el día en que nos sueltes que sucede —dijo Rocío con una voz cargada de veneno.

Samantha comenzó a temblar e intentó soltarse del agarre de sus amigas, ellas prácticamente la cargaron para entrar a la pizzería. Cristina las recibió con alegría y comenzó a reír al ver cómo intentaba escapar, pero Rocío la llevaba hasta la mesa. Los jóvenes de hoy en día eran muy animados.

— Ya, habla —exigió Elizabeth fulminándola con los ojos, ella se encogió en el asiento.

Parecía un interrogatorio, estaban en la mesa: Elizabeth y Rocío estaban sentadas frente a ella con las manos cruzadas, observándola con una intensidad abrasadora. Samantha tragó en seco, Vicky sentada junto a ella también la observaba, expectante. Le hizo señas con la mano, para que verbalizara alguna respuesta.

— ¿Qué quieren que diga? —preguntó, haciéndose la desentendida.

Rocío golpeó ligeramente su vaso contra la mesa y atravesó a Samantha con los ojos.

— ¡Habla, ya! Algo te sucede, llevas toda la semana prácticamente fuera de satélite —dijo, acusándola, y Samantha bajó el rostro.

— ¿Te hicieron algo? —preguntó Elizabeth un poco preocupada, su amiga no había estado muy bien en estos días.

— No ha... sucedido nada, en verdad.

— Habla.

— Confiesa.

— Por favor.

Sus amigas la estaban volviendo loca y Samantha no podía decirlo.

— ¡Qué no pasa nada! —exclamó y algunos chicos en las otras mesas voltearon a mirarla, ella se hundió y volvió a susurrar en voz baja— Ya paren con el tema.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2023 ⏰

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