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Una semana después y se encontraba sentada en una de las mesitas de madera que había en la feria. Sus amigas habían ido por algodón de azúcar y Samantha se había quedado a cuidar el puesto. El parque de diversiones era magnífico. Todas parecían estar pasándolo bien, a excepción de ella, que llevaba todos estos últimos días deprimida. Aún recordaba el rostro de Abril, tan roto y en verdad parecía muy golpeada por las palabras que le había dicho. La rubia se arrepentía mucho.

Lo peor de todo es que después de aquella pelea se había encontrado con Abril. Al igual que otras veces, la había fastidiado con sus amigas, sólo que había algo diferente. Cuando la estaba insultando, no tuvo ni una vez la oportunidad de observar sus ojos fijamente, siempre parecía evitarlos o de alguna manera la insultaba desde lejos, sin querer acercarse.

Ya comenzaba a desesperarse, porque quería ver ese color café que le quitaba el aliento. Se sentía como una necesidad de ver sus ojos para poder estar en calma consigo misma. No había ayudado en nada el nuevo pensamiento acerca de la castaña: querer besarla.

La quería besar y eso la asustaba, era otra necesidad que le hacía temblar de pies a cabeza cada vez que la veía. Observaba el rostro de Abril y sin poder evitarlo los ojos se le iban a su boca, tenía los labios más hermosos del mundo y Samantha solamente tenía unas desesperadas ganas de morderlos y besarla hasta que le doliera sus propios labios. Suspiró ¿Qué demonios le estaba sucediendo? No creía que fuera muy normal, el soñar todos los días con la misma chica y desear besarla. Más si no era su amiga, más bien lo contrario. Era la chica que le hacia la vida imposible y allí estaba ella, suspirando por la castaña.

Cada vez... cada vez más las palabras de Abril hacían eco en su mente "¿No será que estás enamorada de mí?" Y en verdad, intentaba convencerse de que no era así, imposible. No, era una locura.

— ¿Samy, estás bien? —Preguntó Vicky, acercándose a su amiga.

Llevaba una gorrita de oso en la cabeza, que había ganado en unos juegos.

— Si, claro —mintió de una forma horrible, sabía con antelación que si le contaba a sus amigas respecto a su problema, ellas comenzarían a delirar.

— ¿Quieren ir a las tazas giratorias? —Preguntó Elizabeth al llegar, habían rastros de azúcar en sus labios.

— ¡Será divertido, vamos! —animó Vicky, jalando a Samantha y a Rocío de las manos, hasta llegar a la atracción y montarse en ella.

Estaban bajándose de los carritos cuando vieron a lo lejos al grupito del salón, parecía que la realidad despotricara sobre la suerte de Samantha. Todo le salía mal, y para joder más las cosas allí estaba Abril, igual de hermosa que siempre. Llevaba un vestido rosa y el cabello igual de lindo que siempre, reía mientras iba de la mano de Juan y entrelazaba su brazo con el de Millaray. Quería besarla, quería besarla y que la tierra se tragara a Juan. Esa era una gran idea rondando en su cabeza. Soltó un gran suspiro y tomó a Vicky de la mano, quería alejarse de ellos a como diera lugar.

— Vic, ¿Quieres ir a la montaña rusa? —Preguntó con una sonrisa a su amiga, ella parecía feliz.

— ¡Claro!

— Vamos todas —Dijo alegremente Rocío y las cuatro se fueron a la atracción, dejando a los otros atrás.

Samantha logró respirar tranquila por unos segundos, eso hasta que fueron a comprar palomitas de maíz y casualmente allí estaba Abril. Tenía que ser una cruel broma de la escritora, ¿No?

De inmediato los ojos de Abril la vieron, pero apartó la mirada, sin dejarla ver sus ojos cafés por más de un segundo. Bufó irritada y se rió un poco, al ver cómo Elizabeth intentaba darle de comer palomitas, pero estás chocaban en su nariz.

𝕽𝖎𝖛𝖆𝖑𝖊𝖘 ➻ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora