Capítulo 18: Paraíso natural

97 13 0
                                    

かごめ (Kagome)

—Kagome, ¿me podrías acompañar a ver a mi mamá?

Cuando Inuyasha se acercó a mí con la mirada decidida y el paso seguro de quien sabe que se enfrenta a la batalla más dura de su vida, definitivamente esperé muchas cosas.

Pero no esto.

Siento el pánico subir por mi espalda, luchando contra la valentía que había logrado reunir y quiero negarme porque no hay forma de que podamos ver a alguien que lleva casi 200 años muerta, pero antes de que logre pensar en una excusa, Inuyasha se adelanta:

—Ya sé por qué tuviste tanto miedo el primer día y sé por qué lo tienes cada vez que menciono a mi madre. Kagome, mi madre está muerta, pero siempre visito su tumba y eso me ayuda a estar cerca de ella. Es ahí a donde quiero que me acompañes.

¿Lo supo todo el tiempo? Entonces, cuando me dijo que iba a buscar a su madre, ¿se refería a ir a su tumba?

Pero a la vez que la confusión me golpea, me percato que tiene sentido, siempre lo tuvo. Quiero decir, ha mencionado a su madre en repetidas ocasiones y he podido notar la gran influencia que tuvo en él, así como el inconmensurable cariño que le tiene. Pero siempre lo hacía en pasado. Y ahora veo que no es solo eso, sino que también la tiene muy presente, a pesar de que ya no se encuentra en este mundo.

Y sé, con la absoluta certeza que me da conocerlo, que, incluso siendo adulto, y aunque no la menciona tanto, Izayoi aparece con frecuencia en sus pensamientos.

Así que al parecer la conversación más difícil de mi vida tendrá lugar allí donde descansa una de las mujeres que más admiro y a la que he llegado a admirar mucho más en los últimos días. Supongo que es adecuado.

—Sería un honor, Inuyasha.

Toma mi mano y mira hacia el cielo un momento, como si midiera la posición del sol. Luego me guía hacia el oeste.

...

Hemos estado caminando algunos minutos ya. Solo nos detuvimos en un prado de flores donde había algunos arbustos de camelias y de Iris japonica para preparar un ramo de flores que llevar a la tumba. Aunque al principio pensamos en hacer uno cada uno, resultó que, como un entendimiento intrínseco, acordamos hacer uno entre ambos. Es, aparentemente, algún remanente del entendimiento que siempre ha habido entre nosotros y lo tomo como una señal positiva.

Aun así, no hemos hablado desde que salimos de la aldea y me parece mejor así. No es uno de esos silencios incómodos que se construyen entre personas desconfiadas, sino que es uno que invita a la reflexión y, en este momento, lo agradezco. Hay mucho en mi mente que necesito ordenar y esta vez no puedo cometer ningún error.

Toda esta aventura comenzó gracias a un error mío: dejarme llevar por mi ira y alejarme desarmada. La lección aquí está clara. Aun así, siento que, hasta cierto punto, estoy agradecida por todo lo que ha sucedido. Percibo un crecimiento en mí que ha ido ocurriendo durante este tiempo, pero, sobre todo, siento que he aprendido mucho más sobre Inuyasha y lo he conocido mucho más.

Y eso reconforta mi alma, de un modo nuevo.

El paisaje, a medida que nos acercamos a nuestro destino, aunque es similar a lo que conozco de la región, es ligeramente diferente y me doy cuenta de que estoy en un lugar al que nunca me había acercado.

Al terminar de subir por la ladera de una colina no muy empinada, llegamos a un punto en el que puedo observar una pequeña laguna rodeada por un conjunto montañoso que la abraza, como protegiéndola de la influencia externa, haciendo de este un paisaje tranquilo y oculto en el que los pequeños animales campan a sus anchas sin preocuparse de que los seres humanos o los depredadores interrumpan su disfrute.

Shiroi HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora