Capítulo 2: Inuyasha es un niño... y no nos recuerda

147 16 0
                                    

Y he vuelto. Un nuevo capítulo de esta aventura de descubrimientos y vicisitudes, pero nuestro grupo favorito ya está acostumbrado a ellos. Espero que la disfruten.

Nota: Los personajes son de la grandiosa mangaka Rumiko Takahashi. La historia es un pedacito de mi inspiración que quise compartir con ustedes.

—Inuyasha, ¿eres tú? —es lo único que atino a preguntar.

Quiero decir, sé que es él. La misma túnica roja, el mismo cabello plateado, los mismos intensos ojos dorados, las mismas orejitas perrunas... Quiero decir, cuántas otras personas (o criaturas) pueden tener esas adorables orejitas. Es ÉL, en versión pequeña, cierto, pero es él. La cuestión es que no escapo aún del asombro de todo lo que ocurrió y esa pregunta, tonta en toda la extensión de la palabra, es todo lo que consigo decir en medio de mi estupor.

Miro a mi alrededor. Logro observar lo que nos rodea: el bosque completamente oscuro y, hasta cierto punto, tenebroso; el cadáver del demonio polilla que es el causante de toda esta situación... Observo a mis amigos uno por uno: Kirara se mantiene alerta y con el pelaje erizado, lista para atacar en cualquier momento; Shippo mira a Inuyasha sin pestañear siquiera, como si quisiera grabarse en la retina el hecho de que Inuyasha ahora mismo solo le saca un palmo de estatura; Miroku analiza a Inuyasha como si fuera un experimento que mereciera toda su atención o un misterio que necesita ser resuelto. Sango es la única que no está mirando a Inuyasha, sino a mí. Ya me imagino por qué.

Ahora mismo, tengo un aspecto deplorable. Mi cabello enmarañado, mi uniforme sucio tanto por la tierra como por la sangre de mi brazo izquierdo herido, el moretón que seguramente me está saliendo en el pie y que se ve gracias a que mi media está caída. Pero ese mal aspecto no tiene comparación con mi semblante seguramente pálido y mis ojos asombrados que seguramente compiten con los de Shippo. Le devuelvo la mirada a Sango horrorizada y seguidamente ambas nos giramos hacia Inuyasha cuando lo escuchamos hablar.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo saben mi nombre? —preguntó con sospecha y evidente enfado.

—Inuyasha, no-nosotros... —trato de comentarle, pero tengo la garganta seca y no logro articular las palabras— somos tus amigos...

—¡MENTIROSA! Yo no tengo amigos, y mucho menos sería amigo de unos humanos. ¿Quiénes son ustedes?

—Inuyasha, —interviene el monje Miroku, conciliador como a veces trata de ser, —¿no nos reconoces? ¿No reconoces a la señorita Kagome?

—Yo no sé quién es ninguno de ustedes. Seguramente vinieron a burlarse de mí como han hecho los humanos que se creen valientes, pero no se los voy a permitir.

—No es cierto, Inuya...

—Sí lo es. Seguramente se enteraron de mí por los habitantes de esa mugrienta aldea.

—No es así, Inuyasha, si me dejas explicarte...

—¡NOOOO! Ustedes los humanos son unos mentirosos y crueles...—no me deja hablar, no me deja tratar de convencerlo, todo lo que hace es gritar — La única que me entiende es mi madre. Los voy a destruir y la voy a buscar y ninguno de ustedes me podrá detener.

¡¿Su madre?! No, no, no, no, no... esa es una pésima idea como pocas que he visto. Izayoi ya no está en este mundo y si Inuyasha lo descubre ahora, estará completamente destrozado y devastado. Piensa, Kagome, ¿cómo logras que Inuyasha se quede aquí?

—Escucha, Inuyasha. Ya sé que no me conoces de nada, pero necesito que me escuches. Nosotros no te haremos daño, somos tus amigos y hemos estado viajando juntos durante un tiempo.

—Eres mejor mentirosa que los demás, pero me doy cuenta que tú también me desprecias. Tu gata demonio está dispuesta a acabar conmigo. Los monstruos tampoco me aceptan.

Shiroi HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora