Capítulo 19: La verdad

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犬夜叉 (Inuyasha)

Traerla aquí es mi mayor salto de fe. Este lugar es mi secreto mejor guardado, mi lugar especial y el único en el que me sentía seguro, al menos hasta hace unos días.

Encontré este lugar un día mientras huía de unos demonios que me perseguían e inmediatamente se convirtió en mi refugio. Era como una representación en la naturaleza de mi mamá: sencilla, dulce, sin opulencia, pero auténtica y única. Por esa razón, cuando finalmente la muerte se la llevó con ella, elegí este como el lugar donde la enterraría y el que seguí visitando tanto cuando venía a traer flores como cuando necesitaba un apoyo que nadie me podía brindar.

De rodillas aquí, en el lugar de descanso final de mi madre, me muestro tal y como soy: un niño que ha tenido que sobrevivir solo durante mucho tiempo, alguien que sólo anhela amor... y un hogar... y una familia.

—Mi mamá —le comento con voz suave, pero firme—, Izayoi era su nombre, fue una mujer que se enfrentó a las reglas de su época para estar con mi padre, que era un demonio. Myōga me ha hablado un poco de los dos, cuando no está huyendo para salvar su vida es una valiosa fuente de información. Pero yo no le pregunto mucho porque sé que le duele hablar de mi padre. Lo que sí me contó en una ocasión fue que mi nombre me lo dio él.

» A mi madre siempre la tuve conmigo, pero yo trataba de ocultarle los abusos de los humanos o las heridas si algún demonio me alcanzaba. Aun así yo sé que no ignoraba mi situación. Pero siempre me protegió, incluso cuando lloraba por mí, era mi escudo frente a todo. Cuando me dejó seguí viniendo aquí porque, y sé esto puede parecer absurdo, cuando me acerco a este árbol es como si ella estuviera conmigo, cuidándome como hizo siempre.

—Inuyasha —su voz se escucha ligeramente tomada por un llanto que sé, con absoluta certeza, que no dejará fluir —, no es absurdo. Yo estoy sintiendo exactamente lo mismo. Sé que no la conocí —aclara rápidamente— pero siento, al estar aquí, como si alguien me reconfortara. Y estoy segura de que es ella, de alguna forma lo sé.

—Kagome, por favor, me podrías decir toda la verdad.

Veo cómo el cambio brusco de tema la descoloca por un instante, pero no durante mucho tiempo. Esa fortaleza de espíritu es algo que admiro en ella.

—Te refieres a...

—A que sé que me mentiste antes: no tienes ningún amigo hanyō en otra aldea, y por supuesto que me pude percatar que me conocías en nuestro primer encuentro —le recuerdo.

—¿Cómo...?—pero no le permito continuar.

—Puedo escuchar los latidos de tu corazón, Kagome, y el ritmo de tu respiración. Puedo decir cuándo mientes porque percibo los cambios.

Y el hecho de que pueda hacer eso apenas conociéndola sólo habla del vínculo tan estrecho que hay entre ambos.


Así es, me quedé. Y la miro a los ojos para que sepa que mi determinación de hacerlo no ha cambiado, a pesar de que el hecho de que me mintiera todavía me desconcierta en cierto sentido.

—Mi madre me dijo una vez, hace tiempo ya, que a veces las personas se arriesgan a herir a aquellos que aman por evitarles un daño mayor. Y recientemente la anciana Kaede me dijo algo semejante. Por eso me quedé.

—Entiendo...

—Es como lo que te dije el día que hablamos de las Matemáticas: los pasos están establecidos y se espera un resultado si los realizas correctamente. Pero, si te arriesgas y haces algo diferente, el resultado te puede sorprender.

» Lo normal para mí, una vez que descubrí tu mentira, hubiese sido alejarme de ti lo más que pudiera. Pero decidí no hacerlo. Había algo que me decía que alterara los pasos.

Shiroi HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora