Capítulo 22: ¿Lograron conseguir el agua mágica?

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Miroku iba caminando mientras se acariciaba su adolorida mejilla y observaba la espalda y el... de Sango. Sabía que justamente por observar y tocar lo que no debía era que le dolía la mejilla.

Sin embargo, aparte del obvio placer que sentía cada vez que hacía aquello que le encantaba y que molestaba a sobremanera a Sango, lo había hecho para mantenerse despierto.

Porque los cinco amigos se encontraban completamente agotados, incluyendo al anciano Myōga y al pequeño Shippo, que generalmente viajaban en los hombros de los dos humanos.

Si bien se las habían arreglado para convertir un viaje de medio mes en uno de apenas una semana, eso había conseguido mermar sus energías casi completamente, sobre todo en el caso de Kirara, que había cargado con el peso de los otros cuatro en su lomo por jornadas completas sin prácticamente descansar.

Por lo pronto, solo tenían dos buenas noticias.

La primera era que habían encontrado la maravillosa agua de la laguna de la que el anciano Myōga les había hablado cuando toda esa aventura en particular había comenzado. Y fue una suerte que la pulga los hubiera acompañado porque, de lo contrario, nunca la hubieran encontrado.

Resultó que el manantial se encontraba en el mismísimo centro de una montaña bastante tenebrosa y plagada de demonios, los cuales no se podían acercar al agua por la inmensa pureza que desprendía por sus poderosísimas propiedades espirituales, pero sí la rodeaban, utilizándola como carnada para atraer criaturas que les sirvieran de alimentación.

Después de más de cinco horas combatiendo con esos monstruos se las arreglaron para llegar al fondo de la gruta, llenar uno de los extraños recipientes de la época de Kagome llamado botella de plástico con el agua para Inuyasha y descansar un rato, tratando de recuperar energías para retomar la batalla, esta vez hacia la salida.

La segunda buena noticia era que apenas estaban a unas horas de llegar a la aldea de la anciana Kaede, donde podrían descansar nuevamente y luego buscar a Kagome.

—Te noto preocupada, Sango. —el monje Miroku se había logrado acercar a ella sin que lo notara. Era seguro que estaba más cansada de lo que creía.

—Mantenga sus manos para usted mismo, monje. —le advirtió para hacerle saber que, sí, estaba cansada, pero que no dudaría ni un instante en darle su merecido si se propasaba.

—No te preocupes, creo que estoy demasiado cansado hasta para disfrutar de tan deliciosa experiencia — comentó con notable sarcasmo y tono coqueto, mientras acariciaba la cabecita del pequeño Shippo que dormitaba en su hombro—. Sin embargo, me repito: te noto preocupada.

—Lo estoy.

—Yo también. Apenas nos sostenemos en pie y si no fuera por Kirara no hubiéramos llegado hasta aquí tan pronto — mencionó señalando a la gata que descansaba muy despierta en brazos de su dueña—, pero me preocupa la situación que encontremos al llegar.

—A mí igual. Inuyasha estaba incontrolable cuando los dejamos a él y a Kagome solos y me preocupa lo que ella haya tenido que pasar para calmarlo — le explicó ella.

—Te escuchas convencida de que lo calmó.

—Si alguien puede atemperar el carácter de Inuyasha, sin importar el estado en el que se encuentre, ese alguien es Kagome. No olvide que ella lo puede hacer regresar a la normalidad incluso cuando se vuelve un demonio completo.

—Entiendo. Sin embargo, no sé por qué tengo la impresión de que algo más te preocupa.

A Sango le molestaba y le agradaba a partes iguales que el monje fuese capaz de leerla tan bien.

Shiroi HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora