Capítulo 14: Sí es posible amar a una bestia

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Hace mucho tiempo, en una época donde la magia y la realidad se entremezclaban formando el mundo conocido, en un antiguo feudo nació una princesa. En una época tan convulsa como aquella, la joven creció y se educó, convirtiéndose en una hermosa e inteligente princesa que era admirada y querida por su pueblo.

Su belleza era conocida por todos los lares y era comparada con mucha frecuencia con una doncella celestial. Sus modales, exquisitos y la gran inteligencia de la que hacía gala la convertían en ejemplo para todos. Si todo hubiese quedado en lejana admiración, tal vez no hubiera ocurrido lo que en esta historia se relata, sin embargo, a menudo la inteligencia abre unos caminos poco convencionales para la época que se vive, lo que provoca que ocurran luchas de voluntades y sentimientos.

Y en esta historia, cómo no, también ocurre...

Una noche, en la que nuestra bella princesa, llevada por la curiosidad, escapó de su palacio para explorar el bosque, escuchó un estruendo, como si la naturaleza se hubiese rebelado contra sí misma. Cuando al levantar la vista solo pudo observar el cielo nocturno cuajado de estrellas, decidió que debía investigar (aunque esta palabra en dicha época no era conocida) la causa de los estrépitos que escuchaba.

Se acercó con cuidado de no ser detectada y controlando todo el tiempo su ruta de escape.

Sin embargo, su sorpresa fue enorme, a tal punto que se olvidó de su propia seguridad.

Dos demonios peleaban. Algo común en aquella época. De hecho, lo inusual habría sido que no estuviesen peleando.

Uno de los demonios parecía un dragón, cuyo cuerpo de reptil gigantesco medía más de 15 veces la estatura de la princesa y su inmensa boca contaba con cuatro hileras de dientes afilados. Y atacaba al otro demonio-hombre, que en ese momento le daba la espalda.

Al darse la vuelta, la princesa quedó totalmente asombrada. Era obvio que era un demonio: una fuerza extraordinaria, sus orejas no humanas, las garras que lucía en sus manos en el lugar de las uñas normales, sus intensos ojos dorados... pero exceptuando esos rasgos, era el hombre más atractivo que la princesa había contemplado en su vida.

Tan extasiada se encontraba en su contemplación que no se percató de que el demonio dragón se olvidaba de su pelea anterior y la fijaba como objetivo y, cuando lo hizo, ya era demasiado tarde.

Sin embargo, la distracción del demonio dragón le dio al otro la posibilidad que necesitaba de acabar con su contrincante y, sin perder un instante el temple, asestó al demonio un golpe mortal sin que este hubiese llegado a acercarse demasiado a la princesa.

—Debo darle las gracias, jovencita —le dijo con voz grave y segura, sin una pizca del cansancio que cabría mostrar tras semejante pelea—, por haber distraído a Ryuui, lo que me permitió acabar antes con él. Sin embargo debo reprenderla por el peligro innecesario en que se puso.

—Yo...

La princesa no sabía qué la molestaba más en ese momento, si el regaño, o el hecho de que fuese tan arrogante que pensaba que su victoria estaba segura, incluso sin la intervención de ella. O tal vez, el tono condescendiente que utilizó. O una combinación de todo lo anterior.

—La verdad, señor, es que no pensaba encontrarme con esta escena cuando decidí salir a caminar un rato. Dado que, tanto para usted como para mí, este encuentro no ha sido más que un problema lo dejo en paz y continúo mi camino.

El demonio, lejos de molestarse por los comentarios de la joven y más que picado en la curiosidad por el hecho de que no estuviera asustada de él, a pesar de lo que había visto, decidió disculparse.

Shiroi HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora