CAPITULO 10.- DORIAN:

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Eché la cabeza hacia atrás y dejé que el agua de la ducha cayera sobre mi cara.

Vi quería terminar conmigo, solo lo hice más fácil. Ahora éramos libres, y no sabía qué hacer con esa libertad. Todo era por ella, siempre fue por ella.

Cerré la llave y salí del baño.

El zángano me dejó ropa sobre la cama, no era como la que usábamos en el internado, esta consistía en un pantalón de mezclilla desgastado y una camiseta blanca, además de ropa interior, en la que, bueno, no quería pensar en su procedencia. Y botas cafés para trabajar.

Garrett me llevó a su habitación, donde había dos camas instaladas.

—Luces como todo un rebelde— se burló cuando me vio.

Puse los ojos en blanco.

— ¿Dormiré aquí? —pregunté señalando la cama.

El zángano se encogió de hombros.

—A menos que desees ir al dormitorio comunitario...

Negué rápidamente con la cabeza.

—No, aquí estará bien— acepté.

—Ven— dijo—. Necesitas comer algo.

Fruncí el ceño.

—No tengo hambre.

Me dejé caer sobre la cama con la cara enterrada en la almohada.

No tenía ánimos de nada.

— ¿Es por la chica? —preguntó después de un momento.

Estuvo bastante tiempo en silencio, que pensé que se había ido.

—Sí, es por la chica— se burló.

Ni siquiera esperó una respuesta.

—Deberías dejarla... las mujeres son complicadas— su voz mostraba diversión.

— ¿Te gusta burlarte del sufrimiento ajeno? —Pregunté con ironía—. Además, tú qué sabes de mujeres— espeté.

Me giré en la cama para verlo de frente. Una sonrisa lobuna se extendió por su rostro.

—Sé más de ellas de lo que te puedas imaginar— respondió.

—Si, como no— refunfuñé y me puse de pie.

—Si no quieres comer...entonces ¿Que harás? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—Quiero conocer el lugar.

—Bien... si te pierdes, no será mi culpa.

Y con eso me dejó solo en la habitación.

Estar encerrado siempre lograba sacarme de quicio. Salí de la habitación. Fuera de esta, llegabas a un pequeño taller, donde había piezas regadas por todas partes.

Fruncí el ceño. Garrett tenía un desastre aquí. Después del taller pude respirar aire fresco.

El ambiente estaba húmedo y con la sal flotando por todo el lugar.

La naturaleza era realmente frondosa. No como el bosque del internado, si no como una selva. Sí, eso era una especie de selva tropical sobre las que Mikah me hablaba.

Más allá de los árboles, las personas tenían instalados invernaderos. Algunos habitantes se encargaban de cultivos, otros de pescar, algunos de limpiar.

¡Este lugar era fantástico! Mucho mejor que estar encerrado entre los muros del internado.

Me quedé boquiabierto ante la magnitud de todo. El mundo era tan grande y yo tan pequeño...

Del otro lado del muroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora