Respiré profundamente y me tendí en el pasto.
Desde que era niño, me mostraron como debía comportarme, que debía hacer, como vestirme, etc.
Por una vez en mi vida, no hice lo que me decían y todo resultó bien. Mejor que bien. A partir de entonces, algo en mí se liberó, provocando que rompiera toda regla que me impusieran; sentía que podía volar, que podía hacer cosas imposibles, que podía comerme el mundo de un solo bocado.
Solo que ahora se llevaron un pedazo de mí, a mi Violeta. Sentía que todo se desmoronaba y ya nada tenía sentido.
Debía levantarme y llegar al internado antes de que vinieran a buscarme y descubrieran el hueco en las murallas.
Me levanté lentamente y caminé unos metros, eso era suficiente.
Me senté recargando la espalda en un árbol grande, y patéticamente comencé a llorar, mordiendo la camiseta para que amortiguara los gritos que salían de mi boca sin permiso.
Ahora, más que nunca, quería saltar ese estúpido muro, entrar al territorio femenino, tomarla de la mano y sacarla de ahí, para ir a la tierra de nadie donde podíamos estar juntos. Quería ser su héroe, su rescatador, su Lancelot. Sacarla de este infierno donde nos tocó nacer.
Pasé las manos por mi cabello con frustración.
¿Qué podía hacer? ¡Ella no se merecía nada de esto! ¡Estúpido, estúpido, estúpido! Golpeé mi cabeza contra el árbol al ritmo de las palabras.
¿Por qué siempre tenía que hacer las cosas así? ¿Por qué no pude responder el examen de pareja correctamente? ¿Por retarlos? ¿Por hacer las cosas a mi manera? ¡Estúpido! ¡Mil veces estúpido!
Tal vez, si hubiera respondido todo como acordamos ella y yo, ahora estaríamos a punto de casarnos. Pero no, yo debía salir con esta maldita forma de ver las cosas. Mikah siempre me decía que era demasiado liberal lo que pensaba, que lo guardara para mí mismo, pero al momento de las pruebas y ver a esas personas escribiendo sobre mí, me invadió la ira y ya no pude parar.
¿Por qué siempre tenía que ofrecer la imagen del chico rebelde? ¡Me odio! ¡Idiota!
Ahora, todo esto era por mi culpa, por mi maldito ego.
Y nunca me atreví a decirle la verdad, además solo le decía "Te quiero" cuando en realidad quería gritarle que la amaba.
Golpeé mi cabeza de nuevo.
Había más lágrimas en mis ojos, también las odiaba, no tenía derecho de llorar.
Un sonido tranquilizante emergió de mi pecho.
No sabía que era: tic, tac, tic, tac. Saqué el pequeño relicario y lo dejé sobre la palma de mi mano, acompasando mi respiración al sonido. Mi corazón poco a poco, también se fue calmando.
Ahí estaba de nuevo ella, siempre presente en todo, ayudándome y sacándome adelante cuando más perdido me sentía.
Vi a lo lejos el destello de las linternas; ya me estaban buscando. No sería la primera vez que lo hacían. Siempre me quedaba recostado sobre la tierra húmeda. Ya me dieron un ultimátum, del cual no hice caso, ya que solo eran unos cuantos azotes.
Pasé de nuevo las manos por mi cabello. Sería una larga noche.
Me levanté y caminé hacia el internado.
Malcolm, el guardia de la entrada, me miró cautelosamente, esperando alguno de mis comentarios sarcásticos.
—Buenas noches, Dorian— dijo cínicamente—. Parece que...
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Del otro lado del muro
AventuraMi nombre es Dorian. Simplemente Dorian. Vivo en un internado de hombres. Del otro lado de la muralla hay mujeres. No tengo familia, tengo dos amigos, un cocinero y una... persona. Lo único que me hacía sentir vivo eran los libros. Hasta que ella ap...