CAPITULO 9.- VIOLETA:

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—Lamento lo de mi hermano—dijo Beth.

Nos llevó a su habitación, dijo que aquí estaríamos seguros por un tiempo.

Al día siguiente, debíamos asistir a la repartición de labores, según Beth, todos tenían algo que hacer, todos trabajaban para todos.

— ¿Tu hermano? —preguntó Dorian.

—Sí, Derek... él no era así. Cuando el anterior líder murió... él quería a Mikah para cuidar de todos, pero Mikah creyó que era más importante infiltrarse en el internado para tener a los futuros gobernantes de nuestro lado... por supuesto que nos fue imposible acercarnos a los hijos de los gobernantes, así que surgió la idea de buscar apoyo dentro de las murallas...y por eso están ustedes aquí. Derek cree que son espías, tanto tiempo en el poder puede acabar con el buen juicio, es una buena persona, solo hay que conocerlo— dijo Beth.

—No, gracias— respondió Dorian.

Ella sonrió.

—Aún recuerdo cuando hablaba contigo a través del muro—dijo Beth.

—Sí, también yo... después vino Vi— me miró de reojo cuando dijo eso.

La puerta de entrada se abrió de golpe.

—Lamento interrumpir, Beth. Pero Derek quiere hablar contigo—. London hablaba—. A solas— agregó dedicándonos una mirada extraña.

Beth puso los ojos en blanco y se levantó de la cama.

—Tengo que ir. Ustedes no salgan de aquí, volveré pronto— nos dedicó una sonrisa y se fue.

London la siguió y cerró la puerta.

Sentí los ojos de Dorian sobre mí.

—Esto es muy extraño... —murmuró.

—Sí, lo sé.

— ¿Cómo aprendiste a nadar? —preguntó repentinamente.

—Yo... —sonreí misteriosamente—. No eres el único que tenía un mentor.

Dorian resopló una risa.

— Mikah es más que eso— dijo.

—Había un pequeño lago, en la parte trasera del internado. Ahí me encontraba con Beatriz cada día al amanecer. Ella me enseñó a nadar— expliqué.

Sus ojos azules reflejaron sorpresa.

—Suena muy bien— dijo y se dejó caer en la cama con los brazos abiertos.

—Dorian... —murmuré.

— ¿Huh?

—Yo... —carraspeé para aclarar mi garganta—. Yo sé que dijimos y prometimos muchas cosas, todo a través del muro.

Cambió de posición, acomodando los codos sobre la cama y levantando la cabeza para mirarme.

Suspiré profundamente y continué:

—Hicimos una promesa... antes de las bodas. En ella, tú y yo... —me ruboricé.

Dorian forzó una sonrisa.

—Éramos novios. Estábamos comprometidos— completó mi frase.

Asentí nerviosamente y tragué saliva. Dorian enarcó una ceja negra y me miró. No sé qué expresaba su mirada, pero me hizo sentir vergüenza.

Cubrí mi cara con las manos. Escuché como se levantó de la cama, tomó mis manos y las retiró de mi cara.

Se colocó en cuclillas para verme de frente.

—Vi— dijo mientras sostenía mis muñecas—. Si esto no te gusta... o si simplemente no fue algo serio para ti... sé la idea que tienes sobre el sentimentalismo y todo eso... podemos dejarlo como está y ser simplemente amigos— su voz sonaba forzada.

— ¿Estás rompiendo conmigo? —pregunté.

Dorian soltó una leve risa.

—No creo que lo nuestro llegase a ser una relación, así que no, no estoy rompiendo contigo, porque nunca... nunca fuimos nada más que amigos— suspiró.

Soltó mis muñecas, tomó mi mano y colocó en la palma, algo tibio. Dorian se puso de pie y se recostó en la cama boca abajo.

Miré mi mano. Ahí, sobre ella, estaba mi viejo relicario, aquel que le perteneció a mi madre.

Lo miré con lágrimas en mis ojos. Abrí la boca pero de esta no salió nada.

La puerta de entrada se abrió y por ella entró Beth, London y un chico extraño.

—Estarán a prueba. Derek dejará que se queden hasta que demuestren que son útiles— explicó Beatriz.

Asentí.

Dorian se levantó de la cama.

—Violeta, London te llevará a un lugar donde podrás tomar un baño, también te ayudará a conseguir ropa... y bueno... vivirás con ella durante tu estancia aquí.

London asintió en mi dirección.

—Dorian, Garrett hará lo mismo por ti— dijo Beth.

El chico extraño le sonrió a Dorian.

Beth y London salieron de la recamara, con Garrett pisándoles los talones.

Dorian esperó a que yo pasara.

Suspiré profundamente. Me detuve frente a la puerta, desabroché el listón negro del que colgaba el zafiro.

La joya reposó sobre mi mano.

—Tómalo, es tuyo— murmuré.

Sus ojos brillaron y sonrió tristemente. Cerró mi mano sobre el zafiro.

—Consérvalo— pidió.

Del otro lado del muroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora