CAPITULO 27.- VIOLETA:

81 8 1
                                    


Los sonidos iban a volverme loca.

Cargué a Melanie sobre mi espalda la mayor parte del camino, sin embargo, el peso extra, pronto me hizo perder el ritmo, y sentirme agotada, la niña fue consciente de esto, por lo cual, ambas caminábamos, procurando ir despacio para que su pierna no se lastimara más de lo que ya estaba.

Melanie comentó que tan solo debíamos atravesar un grupo de árboles y llegaríamos al lugar donde ella vivía... con otras personas que son como ella. Deformes, los llamarían dentro de la fortaleza.

Nos ocultábamos ante cualquier movimiento o sonido, y eso nos retrasaba.

La ansiedad comenzaba a formar escenarios tétricos en mi imaginación, ¿Cómo estaba Dorian? ¿Y Dabria?

Sacudí la cabeza, tratando de deshacerme de esos pensamientos. Ellos estaban bien. Debía preocuparme por lo que estaba pasando ahora. Mi deber era llevar a Melanie a casa, donde alguien la esperaba y pudieran ponerla a salvo.

Una muralla, más pequeña que la de los internados se extendía al frente, parecía estar destruida, únicamente pedazos de roca apilados junto a lo que antes había sido alguna construcción grande. Enredaderas y arboles cubriendo el espacio, formaban una pequeña cueva, en resumidas cuentas: El escondite perfecto.

Apresuré a Melanie, faltaban unos pocos metros y podríamos ocultarnos hasta que todo pasara.

El bosque se redujo a lo que parecía un sendero enorme rodeado de árboles gigantes... no quería adentrarme en aquel tétrico lugar y terminar perdida, así que esa era la mejor opción.

La niña tropezó y se quejó.

Me acerqué a ella para que callara, sus sollozos, aunque eran casi inaudibles, provocaban ruido en un lugar tan silencioso... incluso los pájaros dejaron de cantar.

Un ruido me hizo girar rápidamente al sendero... la única salida posible.

Melanie me miró, sus ojos desorbitados por el pánico.

Le hice señas de que subiera a mi espalda y lo hizo lento, quizá por miedo a lastimarse. Y así, unidas, nos adentramos en el bosque, porque ahora que lo pensaba, el escondite resultaba demasiado obvio.

Corrí tan rápido como me lo permitía mi pésima condición, debía agradecerle a London luego, por obligarme a correr por las mañanas, porque gracias a eso, ahora es que podía emprender la marcha con peso extra sobre mí.

Los sonidos se escucharon por todo el lugar; eran voces y pisadas.

¿Lograron llegar al bosque?

Me detuve en seco... si nos alcanzaban ¿Que nos harían? ¿Acabarían con nosotras como lo hicieron con Mei? ¿O algo peor?

Había leído historias sobre lo que los "hombres malos" hacían a las mujeres durante las guerras... y yo estaba sola, aquí, con una niña.

Respiré profundo para evitar que el pánico hiciera su trabajo. Yo realmente podía con esto. No me importaba lo que me pasara, siempre y cuando Melanie pudiera estar a salvo.

La dejé sobre el suelo y miré arriba.

Un árbol realmente grande. Podríamos treparlo y esperar, ese no era un escondite tan obvio.

Le hice señas de que lo que debíamos hacer, ella entendió rápidamente.

Sus ojos se oscurecieron y empezó a negar con la cabeza cuando comprendió. Yo no podría subir, simplemente le daría un empujón para que ella lo hiciera, para que alcanzara las primeras ramas. Melanie olo debía esforzarse para trepar lo más rápido posible.

Del otro lado del muroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora