Me llenó de tranquilidad estar en ese momento, no sé cómo se supone que debía reaccionar ante lo que escuché de Dabria. De ellos, conocía a Derek y Mikah. Punto. Aunque nunca me familiaricé tanto con ninguno, como para sentirme atraída de un modo personal a la historia.
Era horrible, pero todo lo que escuché desde que llegué aquí, lo era.
— ¿Dorian? —dije.
— ¿Que?
— ¿Extrañas a Mikah? Bueno... solo digo que es curioso, él fue amigo de tu padre y quizá por eso te cuidó... ¿Sabes? Cuando estaba en el internado, después de despedirme de ti. Las institutrices me llevaban hacia el sótano para inyectar esa cosa en mi cuello, pero corrí para escapar de ellas y ahí me estrellé con alguien, esa persona me sonrió y me ayudó a que las institutrices no me golpearan, él me salvó en ese momento, no del suero, pero si de una paliza. Era Mikah. Y cuando volví a verlo, en el acantilado el día de las bodas...
—También nos ayudó— completó—. Lo sacaré de los muros. Juro que lo haré. Él se merece otra clase de vida... quizá volver aquí y tener familia...
—Ya deja de soñar con cosas así— dije—. No encontraremos a mis padres... y tal vez si podamos traer a Mikah... pero...
— ¿Pero? —preguntó.
¿Que debía decirle? ¿Qué tal vez Mikah estaba muerto?
—Nada— respondí. Dejé que mi cabeza reposara sobre su hombro.
Me estaba quedando dormida cuando el horrible sonido nos hizo ponernos de pie de un golpe.
— ¿Que fue eso? —pregunté estúpidamente.
Ya conocía el sonido. En las bodas sonó algo igual, justo antes de que las personas quedaran regadas por el suelo, todos muertos.
Nos estaban atacando.
Dorian me miró con pánico en sus ojos. Supe lo que estaba pensando: Dabria.
La acababa de recuperar y ahora tenía miedo de perderla.
Asentí.
Ambos corrimos colina abajo, él era más rápido, pero no me costaba trabajo seguirle el ritmo.
Estábamos atravesando las minas cuando Dorian hizo que me frenara y me ocultara detrás de unas rocas. Me indicó con un gesto de la mano que guardara silencio.
Miré por encima de nuestro escondite hacia donde él estaba vigilando.
Personas con cascos y uniformes grises, llevaban armas en sus manos y se hacían señales para avanzar. No solo era un ataque, era una invasión ¿Qué querían?
Tomé a Dorian de la mano y le pedí en susurros que me siguiera abajo, al bosque. Justo donde vi correr a la niña esta misma tarde.
El sol ya se estaba poniendo y estaba a la espalda de los soldados. Ellos no nos podían ver, sus sombras estaban expuestas y alargadas y las nuestras ocultas entre las rocas.
Tan silenciosos como pudimos, salimos de las minas y corrimos en dirección al bosque.
—Sube a un árbol y quédate ahí— pidió Dorian—. Iré a buscarla...
—Voy contigo.
—No— dijo tajante—. Quédate aquí y ponte a salvo.
—No me quedaré, no mientras estas allá corriendo peligro.
Se rascó la cabeza con frustración.
—Ni siquiera sabes cómo sostener un arma, mucho menos serás capaz de disparar contra alguien. Además, me será más fácil avanzar sin... —se interrumpió.
—Anda, dilo— lo alenté con sarcasmo—. Será más fácil avanzar sin una carga como yo.
—No se trata de eso.
—Bien, entonces tú quédate aquí. Yo iré a buscarla, es más fácil que yo pase desapercibida.
Me tomó por lo hombros y me puso contra un árbol grande.
—Sube— ordenó.
—No.
Dorian revolvió sus manos como un signo de frustración, después frotó su cara y su cabello.
—Bien, pero harás lo que te diga.
—No, si es alguna estupidez como "tratar de ponerme a salvo" No lo haré.
Por primera vez, desde que nos habíamos visto, me miró con enfado, como si lo exasperara a tal punto de querer dejarme sola en medio de ese ataque.
Bajamos por el bosque y seguimos el rio, salimos al lago y de ahí pasaríamos a los departamentos, en el de Garrett había armas, según Dorian.
Ambos corrimos una vez que estuvimos en el área de departamentos, pero no hubo oportunidad de entrar a ninguno. Al parecer, fue el primer lugar que lograron invadir. Había invasores por todas partes.
Dorian maldijo y ambos salimos de ahí, bajando hacia el invernadero. Dentro de estos, también había invasores. Mei estaba dentro y las chicas también. Mildred, Isabel y Astrid.
Los invasores estaban sacando los cultivos y los aplastaban. Su propósito no era matar a todos, de lo contrario, ellas ya estarían muertas.
— ¡No! ¡Por favor no! —suplicaba Mei. Pero parecía que nadie la escuchaba.
La diminuta mujer sacudió el hombro de uno de los hombres, este la empujó contra el suelo y disparó su arma contra ella.
Iba a gritar, pero Dorian puso su mano sobre mi boca. La mataron, Mei estaba muerta, así sin más.
Dejé que las lágrimas resbalaran por mis mejillas.
Ellos apuntaron las armas a mis compañeras de trabajo. Dorian me soltó y me pidió de nuevo que guardara silencio.
Él se acercó sigilosamente al invernadero. Busqué un punto más alto, donde podría ver dentro con facilidad. Tres, había tres invasores y no había rastro de ningún otro cerca.
Dorian salió de su escondite, se acercó rápido y en silencio al primer guardia, este era muy pequeño. Dorian cerró los ojos y tragó saliva. Rápido como un gato, puso sus manos en la cara del hombre, una debajo del casco, sobre su boca y la otra al otro lado del cuello, fue tan rápido y tan atemorizante como todo termino con un "crack" del cuello del hombre.
Ahora había dos más. Dorian dejó caer el cadáver y tomó una de las herramientas que usábamos en el invernadero, una pala. La apretaba tan fuerte que vi sus nudillos blancos. Golpeó en la espalda al guardia más cercano. El hombre se quejó y el otro giró para ver qué pasaba.
Pero Mildred fue más rápida, tomó un pico entre sus manos y lo enterró en la espalda del hombre. Quien ni siquiera tuvo oportunidad de gritar.
El guardia al que golpearon en la espalda se quejó y removió tratando de levantarse, no pudo hacerlo. Mildred tomó el pico y lo enterró una y otra vez en la espalda y la cabeza del sujeto. La chica estaba llena de sangre, su cara, sus manos, su ropa.
Dorian tuvo que arrebatarle el pico para que dejara de golpear al guardia.
Fue cuando me di cuenta de que ella parecía fuera de sí, como si desquitara su dolor por la muerte de Mei contra aquel hombre.
La mujer diminuta estaba sobre la tierra, arriba de las plantas que ella misma había sembrado y esperado verlas nacer con tanto entusiasmo. Ahora yacía muerta sobre ellas.
Sin que nadie me lo impidiera, grité. Isabel y Astrid le hicieron coro a mis sollozos.
Dorian les dio instrucciones, debían ir a los lugares alejados de la playa, lo más que pudieran, el bosque era lo más prudente.
Las chicas asintieron y Mildred se encargó de sacarlas de ahí.
Salí del invernadero jurándome que nunca volvería a entrar.
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Del otro lado del muro
AdventureMi nombre es Dorian. Simplemente Dorian. Vivo en un internado de hombres. Del otro lado de la muralla hay mujeres. No tengo familia, tengo dos amigos, un cocinero y una... persona. Lo único que me hacía sentir vivo eran los libros. Hasta que ella ap...