VII

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El alivio en el porte de Beelzebub era palpable cuando el croata lentamente compartió el agua con él. Debe haber sido terrible, yacer en una cabaña solitaria, solo, sin posibilidad de consuelo alguno. Nikola se negó a llorar mientras pensaba en lo aterrador que debió haber sido para él, lo devastador que debió haber sido para el señor Hades ver a su amigo en un estado tan lamentable sin poder hacer nada.

'Pero el señor Hades hizo algo, Nikola. Él te trajo a Beel. Y lo vas a salvar'.

En el último trago de agua dejó que su lengua se deslizara dentro de la boca del Señor de las Moscas, acariciando su paladar. Necesitaba cepillarse los dientes y probablemente hacer gárgaras con un galón de enjuague bucal, pero Nikola no tenia ganas de ser tan estricto sobre el asunto. Beelzebub gimió suavemente, y escuchó más que ver sus manos retorciéndose en puños, luchando contra las cadenas mientras se esforzaba por tocarlo.

—Mmh... —Nikola se incorporó lentamente y miró fijamente al demonio, con la mano apoyada en el centro de su pecho—. No creo que sigas necesitando las restricciones, ¿verdad? —levantó la mano para rozar con los dedos el brazalete que sujetaba su muñeca derecha—. Te las quitaré ahora.

Las heridas que rodeaban sus muñecas tenían una costra de sangre seca que se desprendió con un sonido repugnante cuando el Hijo de la Luz soltó las hebillas, liberando sus extremidades. La sangre fresca brotó a la superficie, mezclándose con las manchas marrones hasta formar una mezcla espantosa. Sus tobillos estaban menos maltratados, pero la carne todavía se veía irritada y roja.

Tan pronto como estuvo libre, Beelzebub rodó sobre sus rodillas y lo alcanzó, sus dedos ensangrentados se hundieron en su cabello castaño y lo tiñeron de rojo. Nikola esperaba un beso, si las señales que desprendía el demonio eran correctas, pero la pura fuerza del mismo lo tomó un poco por sorpresa. Para un hombre hambriento que había estado al borde de la deshidratación diez minutos antes, era un besador muy, muy bueno. Aunque sea bajo su nula experiencia.

—Beel —Nikola gimió contra su boca, levantando las manos hasta sus hombros, tratando de alejarlo suavemente—. Mmh... Beel, detente. Sól- sólo por unos instantes, de... detente. Beel. Beelzeb- SATAN.

Su tono agudo pareció sacarlo de la bruma inducida por la maldición, el tiempo suficiente para que entendiera la indirecta y se sentara sobre sus talones. Pero no bajó las manos; quedaron enredados en su cabello de seda chocolatosa.

Nikola sonrió y besó la yema de su pulgar mientras el demonio lo rozaba sobre sus labios—. Bueno, hola, Satanás, es un placer conocerte finalmente — dijo, con cuidado de pronunciar sus palabras—. Aunque hubiese querido que fuera en mejores condiciones. Sé lo que necesitas, lo que tú y Beel necesitan. Los voy a ayudar. Pero primero debes dejar que los cuide, ¿de acuerdo?

—Te deseo —dijo Bee- Satanás con voz áspera.

El calor subió hasta las mejillas de Nikola, sintiéndose apenado por la descarada confesión, sin estar acostumbrado a tal clase de tratos. Aun así, meneo la cabeza, buscando centrarse—. Hablaremos de eso después —sus manos acariciaron el ancho pecho, sintiendo la acumulación de una semana de mugre y sudor bajo sus palmas—. Primero déjame limpiarte, ¿esta bien? Te sentirás mucho mejor, confía en mi. ¿No quieres volver a estar limpio? —su cerebro registró tarde que le estaba hablando a uno de los demonios más temibles como si fuera un niño, y en vez de enojarse o sentirse ofendido por su tono, la entidad parecía derretirse entre sus manos.

Satanás se inclinó hacia él, su boca pegándose al costado de su cuello. Nikola se sentía... tan caliente. Increíblemente bien. Tal vez fuera a causa del zumbido de su campo ambiental, o el calor que emanaba el demonio como un horno, o alguna feromona inefable que se filtraba de sus poros y saturaba el aire a su alrededor, había tantas variables, y a Nikola le resultaba cada vez más difícil alejarlo; especialmente cuando sus manos grandes y poderosas, ¿cómo seguía teniendo tal fuerza a pesar de su estado actual?, tiraron de su cabello y se deslizaron por su espalda, amontonando su gabardina y desgarrando las costuras de su chaleco y camisa como si fueran papel de seda.

—Oh, caracoles —jadeó Nikola, inclinándose instintivamente hacia el de menor estatura, apoyando la barbilla en su sien mientras las palmas del otro ardían contra su piel descubierta.

—Tan suave... —gruñó Satanás. El Hijo de la Luz sintió dedos ásperos deslizarse por su columna, para luego volver a subir y engancharse en el vestuario que todavía se aferraba a su cuerpo.

Nikola se armó de valor y empujó con todas sus fuerzas al demonio hacia atrás, ambas manos plantadas sobre sus hombros para mantenerlo a distancia—. Necesito que te detengas —dijo con firmeza, esperando que el temblor de su voz no socavara sus nervios. Sorpresivamente, el demonio siguió sus palabras.

Con lo que él consideró una fuerza mayor a la de su promedio, Nikola se deslizó desde el borde de la cama y se puso de pie. Satanás lo miró con sus peculiares ojos, cuencas negras manchadas de rojo carmesí, sin pestañear. Él no se movió para seguirlo, pero cada músculo de su cuerpo estaba tenso como la cuerda de un arco, listo para saltar ante el más minúsculo paso en falso.

—Quédate ahí —pidió, vívidamente consciente de que su chaleco de deslizó por sus hombros y que su camisa colgaba abierta y hecho jirones sobre su espalda, dejando su piel tentadoramente desnuda desde la nuca hasta la parte baja de su columna—. Espera un poco más, Satanás. Se lo dije a Beel, te lo dijo a ti, voy a cuidar de ustedes. Necesitas limpiarte.

Satanás estaba gruñendo; un estruendo débil e incesante que Nikola habría confundido con un trueno distante si no fuera por el tenue clima de afuera. No se sintió asustado, aunque podía sentir la piel de gallina recorrer su cuerpo. El sonido se hundió en sus oídos, encendiendo algo hambriento y primitivo en la boca de su estómago. Nikola sintió su corazón latir con furia, la mirada oscurecida no haciendo nada para calmar su torrente sanguíneo. Alejándose con pasos cortos es que se dio cuenta de que no había habido más explosiones de sombras desde la primera vez que se sentó al lado de la entidad en la cama.

La expectación se unió a su nerviosismo. Ahora, eso era un buen avance.

S malo ljubavi ---beelniko/satanikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora