III

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Escondida en medio de los bosques del Helheim, había una cabaña, encamarada a la orilla del río. Las ventanas estaban hechas añicos, dejando huecos vacíos que absorbían toda la luz del sol.

—Beel la construyó hace siglos —explicó Hades—. Cuando aún buscaba una forma de eliminar la maldición, mucho antes de conocerme.

Un bramido estalló repentinamente desde las entrañas de la cabaña destartalada, sacudiendo los marcos de las ventanas. Una sombra rojiza se desplazó a través de las ventanas destrozadas como los tentáculos de un pulpo azotándose. Pasando a lo largo de las paredes de la casa, dejando líneas quemadas a su paso, antes de retirarse de regreso a la cabaña.

Nikola lo ignoró todo, sus ojos aguamarina únicamente se centraron con horror en la figura atada con los brazos extendidos a una cama dentro de la cabaña, apenas visible a través de las ventanas en ruinas.

Ese era Beelzebub, su cuerpo rodeado por una neblina oscura; una mezcla entre el negro, rojo, y morado. Sus ojos apenas visibles a través de la gruesa oscuridad: y en el caso de estar abiertos, el científico podía asegurar que era incapaz de ver algo. La sangre corría por sus mejillas como lágrimas. Su cabello estaba despeinado, seco y sin vida. Estaba completamente desnudo y a Nikola no podría importarle menos la falta de pudor; lo único en lo que estaba consciente era en el sufrimiento por el que el Señor de las Moscas estaba pasando.

Lo que en verdad le molesta es la forma en que el estómago del demonio se flexionaba mientras intentaba desesperadamente aspirar bocanadas de aire, y cómo cada músculo de su cuerpo esbelto estaba atado con una agonía desgarradora. Mientras lo observan, Beelzebub se arqueó, alejándose de la cama. Debía doler mucho, supuso Nikola, por la forma en la que la que se inclinaba hacia arriba, lejos del colchón, de modo que sus únicos puntos de contacto eran la parte posterior de la cabeza, los hombros y los talones.

—Señor Hades... —susurró el Hijo de la Luz, las lágrimas derramándose por sus pestañas.

—Beel estaba... bien, principalmente hasta hace una semana —murmuró Hades. No estaba mirando por la ventana. Sabiendo ya lo que vería—. Finalmente tuve que atarlo. Se iba a lastimar si no lo hacía.

Nikola se volvió con ojos horrorizados en dirección al dios del Helheim—. ¿Usted... le hizo esto?

—No, Nikola —negó Hades, sus ojos traicionando su cansancio—. Es la maldición. Los efectos por experimentar consigo. Es Beelzebub quién se está lastimando.

Señaló las ventanas rotas y el demonio torturado más allá de ellas—. Beel dejo sus notas, pero no entiendo muy bien la mayoría de lo que escribió —dijo y esta vez su voz es tranquila, casi avergonzada—. Confío en que las entenderás mejor que yo, pero el punto es que Beel no es la única alma que habita en su cuerpo, Satanás también esta ahí, y ahora ambas están luchando para dominarlo.

Nikola apartó los ojos de Hades para concentrarse una vez más en su sufrido Beelzebub—. No entiendo... ¿Qué es lo que debo hacer?

Hades se giró hacía el croata y le tomó las manos, obligando a su atención a volver a él—. Él va a morir, Nikola —dijo la deidad suavemente—. A menos que encuentre una manera de llegar a un acuerdo con Satanás, Beel va a morir.

S malo ljubavi ---beelniko/satanikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora