IV

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Si estaba siendo dramática y horriblemente catastronca, pero considerando que en su vida había estado en la cárcel, que la desquiciada Emperadora de esta, la había reclamado como su propiedad y que la tipa era condenadamente caliente y se las había arreglado para provocarle un calor entre las piernas que aumentaba constantemente; estaba justificada.

- ¿Alguien te drogó?

La expresión apabullada de Seulgi le demostraba que su confesión estaba completamente fuera de lugar. Irene tragó y negó con la cabeza.

- Eh, no, creo que..no, no lo sé..¿Cómo se siente cuando te drogan?

Seulgi enarcó ambas cejas y con un perezoso parpadeo recorrió a Irene con la mirada.

- Pues..¿Que ves?

- A ti - La convicta asistió y lentamente comenzó a alejarse.

Se empezó a vestir, sin quitarle la vista a Irene, quien agradeció mentalmente cuando Seulgi salio de la cama. El aroma corporal de la mujer prácticamente le daba náuseas. ¿Podría pedirle que se bañara?

- ¿Acabas de decir que te gusto? - preguntó Seulgi con brazos cruzados y el entrecejo arrugado.

Se inclinó nuevamente en dirección a ella, no había más que una acusación férrea de la voz de Seulgi. Las mejillas de Irene se amoscaron en un tentador y acusador matiz sonrosado.

- No.- Sacudió su cabeza en negación incontables veces.

Necesitaba que Seulgi tomara distancia o la demente podría escuchar las feroces pulsaciones de su corazón.

- Si, dijiste que mis besos te saben a puta gloria - ¡Vamos! Que no era su culpa. Irene no era la persona más racional del mundo, si lo fuera, no estaría en esa situación en ese preciso instante. Lamentablemente a veces su boca trabajaba demasiado rápido.

- No, no..yo no..

Seulgi la tomó de la barbilla, relamiéndose una esquina de su labio inferior donde una pequeña cortada reciente se dejaba ver como una medalla de combate.

- ¿Me estás diciendo mentirosa?

- Uh ¿no? pero yo no, es decir.. si dije pero.. - mierda.

Seulgi entornó los ojos y ambas permanecieron en silencio unos agonizantes y eternos segundos, finalmente, la mujer salió de la litera y se colocó de pie, miró a Irene por sobre el hombro y chasqueo con la lengua.

- Zorra astuta - gruñó antes de salir de la celda.

Irene se sentó en la cama de golpe, llevándose una mano al pecho y exhalando una profunda bocanada de aire. Demonios, eso había estado cerca..y nuevamente Seulgi no se la había follado, lo cual era bueno y a su vez, la hacía sentir incómoda. ¿Porque Seulgi no podía ser una criminal normal? de esas abusivas y malditas, feas, sucias y con cicatrices en la cara. ¡Cómo en las películas! Así Irene podría odiarla. Arrugó la nariz y se tiró de espaldas, quejándose por la dura consistencia de lo que se suponía, era un colchón. Bien, al menos ya había sobrevivido 24 horas más, solo le quedaban 4 años y más de 300 días en Camp Alderson, increíblemente, este día se cumplían 2 semanas desde su llegada a prisión y no, no estaba bien, sentía que se quebraría en cualquier momento. Tiffany le decía que debía dejar de preocuparse de lo que ocurría a su alrededor y enfocarse en mantener su propio pellejo a salvo e Irene lo intentaba, pero era su vocación ayudar a las personas y tener que ignorar los constantes abusos cometidos en aquella penitenciaria, estaba consumiendole el alma.

Seulgi prácticamente la ignoraba, eso era bastante bueno, o quizá no tanto...al menos había dejado de perseguir su vagina como una animal hambrienta; la mujer de potentes ojos ónice se la pasaba entrenando, Irene lo sabía porque en las mañanas la veía a escondidas mientras fingía dormir y en las noches. Seulgi llegaba con una expresión cansada. Estuvo a punto de felicitarla por encontrar una manera sana para descargar sus hormonas y su deseo sexual; pero por amor a su propia vida no lo hizo. Ya había comenzado a comprender algunas cosas de la prisión, que Tiffany le iba explicando conforme los días pasaban, como el hecho de que las peleas eran casi siempre semanales y que al ser invicta, Seulgi tenía bastantes privilegios en la prisión. Irene quiso mofarse, pero la realidad le pegó duro cuando comprobó que Tiffany no mentía. Seulgi tenía acceso a licores, cigarrillos y productos de limpieza que Irene daría un ojo por obtener, comía carne y pan fresco todos los días, bebía café y tenía ropas limpias y nuevas que le eran suministradas por su mecenas; como Seulgi odiaba las drogas, Taeyeon era la encargada de vigilar y mantener a raya su tráfico, mientras Seulgi era quien ponía orden y controlaba los conflictos de los bandos internos.
Tiffany le contó cómo la Emperadora en un arrebato de rabia, elimino a toda una cuadrilla de mujeres nazis, las molió a golpes y después quemó con fuego la piel donde lucían orgullosamente sus tatuajes con la simbología nazi, desde esa vez, las nazis ya no buscaban pelea con las latinas o mujeres de color. Eso era bueno..el método, quizá, no muy ortodoxo, sin embargo, esa era su dueña y lentamente Irene se hacía a la idea de que le pertenecía a la mujer; las denominadas "putas", bromeaban al respecto y es que había que ser ciega para no ver qué Seulgi era un trozo de carne caliente, Irene también lo sabía y eso le dificultaba un poco su plan de mantenerse a distancia de la coreana, justo como en ese momento. Seulgi la observaba, casi ofendida, con su ceño fruncido y brazos cruzados; Irene estaba hecha un ovillo en la cama, enterrando su rostro en la almohada y su cuerpo retorciéndose de dolor.

𝑷𝒓𝒊𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒓𝒂 | 𝑆𝑒𝑢𝑙𝑟𝑒𝑛𝑒 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora