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Un mes en prisión y seguía viva, es que era una tipa dura, una de las hembras fuertes, de aquellas que costaba enfrentarlas sobre todo por su intrepidez y dedicación. Deberían darle una medalla de honor por su valentía

-¡No, Seulgi! ¡me duele! - Grító, un poco más agudo de lo que le hubiese gustado.

Su dueña tenía una mueca ácida en el rostro y quizá no era para menos, porque la situación no era de lo más agradable. Ahi estaban, en la celda de ambas en vez de estar comiendo el almuerzo, el paño húmedo que Seulgi presionaba contra la mejilla golpeada de Irene, en un intento por bajar la hinchazón, comenzaba a entibiarse debido al calor que emanaba de la zona lastimada.

-Puta mariquita, mira que chillar por un golpe.

-Pero duele. -Ella se defendió.

-A ver si asi aprendes a no meterte en peleas que no te conciernen, golfa intrusa.

Y quizá, solo quizá, Seulgi tenía razón, porque Irene en definitiva no debería haber actuado como una súper héroe e intentado detener una pelea entre dos de las chicas con las que se sentaba a comer, simplemente fué mayor a ella. Cuando las vió tirándose el pelo y gritando como dos locas dementes, saltó para separarlas y a cambio obtuvo un empujón que la hizo trastabillar con los pies y golpearse el rostro con la esquina de una mesa.

-Solo quería ayudar. -Gimoteó por el dolor punzante.

-Ayuda a tu vagina a permanecer apartada de los problemas, mamona.

-Ugh.

Algunas veces, siempre, Seulgi podía ser realmente desagradable.

-Ya, me aburri de jugar a la doctora. -Soltó sobre los muslos de Irene el paño que había estado presionando sobre la mejilla de ésta y se colocó de pie, caminando hasta el corroído lavamanos.

-Me duele. -Refunfuñó con un puchero a punto de formarse en sus labios, presionando el paño sobre su propia mejilla lastimada. -Y ahora luzco fea.

Seulgi la vió a través del reflejo del espejo, presionando la punta de su lengua en la comisura izquierda de su boca.

-Joder, mamona, ¿acaso te estás poniendo toda caprichosa para que te diga lo linda que luces? porque no, no corderita, luces como la mierda.

-Gracias. -Rodó los ojos.

Seulgi enjuagó sus manos y volteó para ver a Irene.

-En realidad, no te entiendo, te digo que no te metas en problemas y lo haces, ni siquiera sé si debo protegerte, con lo que te gusta andar causando conflictos.

Irene bajó la mirada, el paso de aire se le cerró y se atragantó con una bocanada de aire.

-No lo hago. -Respondió de inmediato. -No, yo... no, Seulgi.

-Ya, ¿no lo haces? ¿y qué es eso en tu mejilla entonces?

-Lo siento. - Irene quizá solo quería ser valiente.

-Da igual, no espero nada de ti. -Se encogió de hombros y tomó sus guantes de entrenamiento. – Me voy a entrenar.

Irene levantó el rostro, sus bonitas y largas pestañas agitándose quedamente, Seulgi se estaba colocando los guantes con la mirada fija en Irene.

-Pu..puedo... -Tragó saliva. ¿Puedo ir contigo?

-No.

-B..bien, si, de acuerdo.

-Si tú vienes, no me concentro.

Dios. ¿Cómo Seulgi podía soltar cosas así de la nada? ¿No entendía cuan perjudicial era para el frágil equilibrio emocional de Irene escuchar algo asi?

𝑷𝒓𝒊𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒓𝒂 | 𝑆𝑒𝑢𝑙𝑟𝑒𝑛𝑒 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora