¿Cuánta azúcar en la sangre, señorita?

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Capítulo 13

Los mortales son seres autodestructivos.

Mientras más similares son entre ellos.

Más se odian.

Al ver mi casa no pude evitar sentir algo de temor, no quería volver a discutir con mi hermano

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Al ver mi casa no pude evitar sentir algo de temor, no quería volver a discutir con mi hermano. Para otros puede que les resultara algo normal tener discusiones con sus hermanos, y claro que lo era. Elías y yo vivíamos peleándonos, a veces en serio y la mayoría jugando solamente, pero sentía que ahora una especie de muro podría construirse entre nosotros, y no estaba dispuesta a permitir eso. Aunque tuviera que resolver el problema del fin del mundo yo sola, lo haría. Al fin y al cabo aún no sabíamos con exactitud qué era exactamente lo que decían aquellas escrituras. Me parecía muy raro que fueran tan exactas, así que me encargaría de escarbar más a fondo aquel tema. Pero primero tenía que resolver mi asunto con el pelirrojo.

—Bien, te dejo aquí vampirita. No me extrañes demasiado —dijo Zayn con su usual tono aburrido cuando estábamos frente a la puerta.

Se notaba inquieto por estar aquí conmigo. Miraba nerviosamente a todos lados , como si intentara escapar de algo. O más bien en este caso de alguien. Se había puesto una chamarra de color azul rey que lo abrigaba de manera protectora, la había tenido guardada tras una roca cuando estábamos en el río. Aunque ya no estuviéramos empapados en agua, seguíamos goteando un poco. Su cabello rubio se veía como una mata salvaje de risos alocados. No pude evitar el impulso de acariciarlos. Para mí sorpresa, lo único que hizo fue refunfuñar mientras fruncía el ceño.

Zayn parecía un gato arisco.

—¿Porqué no pasas un segundo? Aún debes seguir mojado. Tal vez Elías pueda prestarte algo de su ropa —le dije inocentemente.

Zayn me miró indignado, entrecerrando sus ojos como si intentara ver de qué parte de mi cerebro había surgido esa maravillosa idea.

—¿Si sabes que ver a tu hermano me causa diarrea visual? ¿O acaso debo insultarlo más?

Ahora la indignada era yo.

—Está bien que no te agrade, reconozco que Eli es un idiota la mayor parte del tiempo—dije molesta—. Pero no puedo permitir que digas que es feo. Eso solo se lo puedo decir yo. Y a modo de broma.

Zayn se cruzó de brazos mientras asentía a todo lo que le había dicho de manera mecánica. Se estaba burlando.

—Aja. ¿Sabes lo que estoy escuchando? Que tú hermano te ha mimado tanto que lo has convertido en tu estándar del hombre perfecto.

¿Cómo se atreve a intentar analizarme?

—No estoy mimada.

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