Capítulo 3: Inevitablemente

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Apagando el motor del coche, Simone respiró hondo y contó hasta 10 antes de salir. No sabía cómo enfrentarse a su marido, como darle esa trágica noticia sin quedar ella como la esposa que se alegraba, lo que no era cierto.

Pasados dos minutos seguía sin moverse, hasta que decidió no retrasar más lo inevitable. Salió del coche y tras candarlo echó andar hacia la casa. Había luces en la cocina, señal de que debían estar en ella fregando los platos de la cena.

Abrió la puerta con su llave y la cerró tras dejar su maletín en el suelo.

— ¿Mamá?—escuchó que llamaba su hijo.

—Si, soy yo—respondió tratando de que su voz sonara normal.

Enseguida vio salir a su hijo de la cocina y andar hacia ella, besándola en la mejilla.

— ¿Ha pasado algo?—preguntó Bill muy preocupado—Te has ido hace solo 2 horas.

—No, nada—contestó Simone acariciando su mejilla para tranquilizarle— ¿Está tu padre en la cocina?

—Si, estábamos terminando de cenar—contestó Bill ya más calmado.

— ¿Por qué no subes y te pones con tus deberes?—pidió Simone sin poder evitar que le temblase la voz.

— ¿Qué ha pasado?—repitió Bill sin moverse.

—Bill, sube, por favor—insistió Simone empujándole con suavidad a las escaleras.

Bill obedeció de inmediato, pero una vez en el rellano se dio la vuelta y esperó a que su madre entrara en la cocina para asomarse con la cabeza apoyada en la barandilla. Desde donde estaba podía espiar sin que se dieran cuenta, como tantas veces había hecho desde la primera vez que los oyera discutir.

—Jörg—llamó Simone entrando en la cocina.

Jörg Kaulitz se volvió y miró a su mujer extrañado.

—No te esperaba tan pronto—dijo volviendo a lo que estaba haciendo.

—Jörg, ¿podemos hablar?—pidió Simone sentándose en una silla.

— ¿Todavía sigues con eso?—preguntó Jörg recordando la anterior discusión.

—Jörg, he tenido que ocuparme de un caso grave—comenzó a explicar Simone ignorando su pregunta.

Jörg se giró de nuevo mientras que secaba el plato que acababa de fregar, mirando a su mujer sin saber de qué le estaba hablando.

—Jörg, la paciente era Lacey Trümper—dijo Simone conteniendo el aliento.

— ¿Qué? ¿Por qué motivo?—preguntó Jörg casi dejando caer el plato que llevaba en sus manos.

—Estaba en el centro de mujeres maltratadas, no sé exactamente como pasó pero recibió un disparo en el pecho—explicó Simone.

— ¿Está bien?—preguntó Jörg con un hilo de voz.

—Está muerta—susurró Simone.

Jörg dejó caer el plato y Simone arrugó la frente al escucharlo hacerse añicos contra el suelo.

— ¿Es esta una broma de mal gusto, Simone?—preguntó Jörg gritando sin poder evitarlo, aunque sabía que su mujer nunca bromeaba.

—La bala le atravesó el corazón—dijo Simone negando con la cabeza.

Asintiendo Jörg con la suya, echó a andar y salió de la cocina sin mirar a su mujer. Bill lo vio salir y echó a correr escaleras arriba, encerrándose en su habitación aún confuso por lo que acababa de escuchar.

— ¿Jörg?—llamó Simone saliendo tras él— ¿A dónde vas?

Pero Jörg no contestó. Subió las escaleras y entró en su habitación, donde sacó una bolsa pequeña que empezó a llenar con sus pertenencias.

—Jörg, ¿qué haces?—preguntó Simone desde la puerta.

—Tengo que salir de aquí—murmuró Jörg.

Metió más ropa en la bolsa sin ver lo que se llevaba, la cerró y se colgó del hombro. Salió de la habitación empujando con suavidad a su mujer a un lado y bajó de nuevo las escaleras con paso decidido.

Simone volvió a salir tras él, y no fue la única. Bill abrió la puerta de su habitación y se asomó conteniendo con una mano en los labios los sollozos que querían escapar de ellos. La vida que conocía hasta el momento se estaba derrumbando ante sus ojos y él no podía hacer nada por impedirlo.

—Jörg, esto es una locura—dijo Simone tratando de detener a su marido—Lo vuestro fue un escarceo, según me contaste ¿recuerdas? Dijiste que no eras correspondido, que ella vivía un matrimonio feliz. Esta noche he conocido a su marido y tuve que decirle...

— ¡Cállate!—gritó Jörg volviéndose.

Simone se encogió donde estaba, su marido nunca jamás le había gritado de esa manera, con odio en su voz.

—Si lo deseas, puedes hablarme de ella. Ya sé que dije que no quería oír más, pero esto es diferente—suplicó Simone con la voz quebrada—Escucharé, pero no te vayas. Jörg, ¡por favor!

Pero su marido solo negó con la cabeza y se dio media vuelta.

—Lo siento, Simone—murmuró Jörg abriendo la puerta—Estaré en el hotel del pueblo, ya vendré a por el resto mis cosas otro día.

Y salió de la casa, dejando a su mujer llorando en la entrada y a su hijo en su habitación en el suelo de rodillas.

Bill y Tom, el amor de dos inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora