Capítulo 20: Más que amigos

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La reunión se extendió más de lo que Gordon había pensado. Nadie se ponía de acuerdo, incluso ya había divisiones de opiniones. Había quien creía que lo mejor era trasladar el faro a tierra firme, donde las olas no pudieran dañarlo. Otros opinaban como Gordon, el lugar de un faro era a la orilla del mar.

El verdadero motivo de Gordon para que no se lo llevara, es que sus mejores recuerdos al lado de su mujer sucedieron en esa playa, con la luz del faro iluminándolos mientras hacían el amor al compás de las olas...

—Puedo incluir una encuesta en el periódico de mañana—intervino Jörg tratando de calmar los ánimos—Que la gente del pueblo de su opinión y luego actuamos en consecuencia.

—Es me parece una buena idea—accedió Gordon.

Eran más de las 11 de la noche. Estaba cansado y su hijo no había regresado a casa. No hacía falta ser un genio para saber donde estaba. Y lo que estaban haciendo. Pero no podía culparle. A su edad era igual que él, queriendo estar siempre al lado de la persona amada, hacerle el amor para escuchar salir un profundo gemido de sus labios...

Carraspeó tratando de alejar esa visión de su hijo y el de Simone haciendo el amor. No los podrían obligar a mantenerse quietos y sin hacer nada hasta... ¿cuándo? Si les obligaban buscarían un rincón solitario, no podían poner límites a ese profundo amor que se profesaban.

Casi gritó aliviado cuando la reunión se terminó y todos se fueron a sus casas. Agradeció a Jörg que se quedase y le ayudase a recoger los vasos usados.

— ¿Tu hijo aún no ha regresado? —preguntó Jörg preocupado.

—Está...ocupado—contestó Gordon mordiéndose los labios.

— ¡Hijos! Yo ya paso de intentar comprender al mío—dijo Jörg suspirando

Volvió al salón y cogió una de las bandejas que horas antes rebosaba de comida. Se paró con ella en las manos. Sobre una mesa había una foto de Gordon y su feliz familia. Sentado en las escaleras del porche, llevaba sentado en su regazo a un niño de 5 años que sonreía mirando a la cámara, cogiendo en sus manitas un mechón del largo y rubio pelo de su madre, que miraba más allá de la cámara sin lucir una sonrisa.

"Mi pobre Lacey...tan desdichada..."—pensó suspirando.

— ¿Va todo bien? —preguntó Gordon a su espalda.

Llevaba varios minutos observándole como miraba una foto de su mujer con una extraña expresión en la cara.

—Sí,...no—contestó Jörg carraspeando.

Se volvió y miró fijamente a Gordon. Había llegado el momento de dejar las cosas claras.

—Yo soy....soy...—comenzó a decir.

— ¿Si?—le animó Gordon a seguir.

Estaba preocupado por él, de repente le había cambiado el gesto. Los ojos se le habían llenado de lágrimas y no sabía a qué venía a cuento.

—Soy el marido de la doctora que trató de salvarle la vida a tu mujer—dijo Jörg casi sin aliento.

— ¿De Simone Kaulitz?—preguntó Gordon sin podérselo creer.

Empezaba a recapacitar sobre las conversaciones que había mantenido con Simone, lo mal que lo estaba pasando desde que su marido la dejó, y su hijo estaba peor. Y hacía unos minutos, Jörg le había confesado que ya pasaba de tratar de entenderle. Bill era un buen muchacho, ¿qué había hecho para que Jörg se disgustase?

"Enamorarse"—se contestó a sí mismo.

Claro. No había aceptado que su hijo le hubiera salido homosexual, tal vez por eso había mandado su matrimonio al infierno.

Bill y Tom, el amor de dos inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora