Capítulo 31: No puedes hacer que el tiempo se detenga

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Deshaciéndose de la pegajosa chica, Tom huyó de su lado directo al reservado, hallándolo vacío cuando llegó. Miró a ambos lados, no había rastro de Bill ni de Andreas. Se abrió camino hasta el baño pero con el mismo resultado. ¿Dónde se habían metido? ¿Qué estaban haciendo en esos momentos?

No se iba a esperar a descubrirlo. Llegó al rincón en el que Gustav miraba embobado a la chica con la que hablaba y tras disculparse le cogió del brazo y se lo llevó aparte.

— ¿Qué pasa Tom? —preguntó Gustav resoplando.

—Bill no está. Ni Andreas—puntualizó casi gritando.

—Llevan muchos días sin verse, tendrán muchas cosas que contarse y habrán salido a dar una vuelta—resopló Gustav de nuevo— ¡Confía en Bill!

— ¿Qué confíe en Bill? ¿Por qué? ¿Es que hay algo que deba saber? —inquirió Tom poniéndose muy tenso.

— ¿Qué? ¡Yo qué sé! —gritó Gustav sin querer—Ha sido un decir.... ¿no estarás pensando que hay algo entre Andreas y Bill?

No supo que contestarle, él mismo se montaba una película en su cabeza.

—Me voy al apartamento, disfrutad de la fiesta—murmuró echando a andar hacia la salida.

Resopló por lo bajo, apartando las manos de miles de chicas que le tiraban de la camiseta para que esa vez bailara con ellas. Salió a la calle y echó a correr hasta el apartamento, no parando hasta que subió las escaleras del pequeño porche y cayó de rodillas al suelo jadeando con esfuerzo.

Se levantó con lentitud y usando su llave abrió y echó a correr escaleras arriba a su habitación, arrugando la frente al ver salir de ella a Andreas. Sin mediar palabra fue hacia él y le cogió por la camiseta, llevándoselo escaleras abajo para poder hablar con más calma en la cocina.

— ¿Se puede saber que hacías en la habitación que comparto con Bill? —preguntó en voz baja.

—No se sentía muy bien tras verte besarte con esa chica—contestó Andreas sin inmutarse.

—Me besaron que es distinto—dejó Tom bien claro.

—Pudiste haberlo impedido—dijo Andreas cruzándose de brazos.

—A ti no tengo por qué darte explicaciones. No te metas entre Bill y yo—murmuró Tom saliendo de la cocina.

Subió de nuevo las escaleras y entró en la habitación que compartía con Bill, hallándole metido en la cama temblando sin poder evitarlo. Se sentó en el borde y llevó una mano hasta su cara, retirándole un mechón de su largo pelo para poder verle mejor.

—Andreas me ha contado que te sientes mal—empezó a decir.

Bill parpadeó y abrió los ojos con esfuerzo. Le miró y se alejó de su contacto todo lo que le permitió su dolorido cuerpo. Como ya ocurriera aquella vez en la que sintió que perdía a Tom sin remedio, se sentía muy enfermo.

—Bill, lo siento...yo no hice nada, fue ella...

—Siempre habrá alguna—murmuró Bill incorporándose en la cama—Ellas te pueden tener, yo...yo te acabo de perder.

— ¡No digas eso! —dijo Tom sintiéndole hervir la sangre de rabia—Siempre me has tenido, desde el primer momento que te vi...

—Lo sé, siempre dices lo mismo. Me viste y te enamoraste de mí. Dime una cosa, antes de aparecer en tu vida, ¿estuviste con alguna chica? —preguntó Bill en voz baja.

—No—contestó Tom de igual manera.

—Pues ahí tienes la respuesta. Has visto que con ellas te puedes divertir mejor que conmigo y las prefieres—dijo Bill a punto de llorar.

Bill y Tom, el amor de dos inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora