Los días siguientes a la marcha de su padre fueron de los más extraños. Acostumbrados a verlos siempre juntos y riendo, cada vez que su padre iba a casa a seguir llevándose sus cosas, su madre procuraba no estar en ella y si coincidían aunque solo fueran por unos minutos, su padre simplemente la ignoraba y fruncía el ceño.
Mientras, él lo veía todo escondido en las escaleras de nuevo, como si fuera un niño pequeño que se levanta a media noche tratando de pillar a papá Noel dejando sus regalos.
Su padre pasaba por su lado y le alborotaba el pelo con las manos, pero nada más. Quizás aún seguía enfadado con él desde que le confesara su homosexualidad. A su madre se lo dijo el día en que descubrió que le atraían los chicos y recibió todo su apoyo. A su padre unos meses después, cansado de escucharle decir que la vecinita de enfrente estaba de muy buen ver y no le quitaba los ojos de encima cada vez que pasaba a su lado.
Se lo dijo y pudo ver con sus propios ojos cómo le había decepcionado. Su madre intervino de nuevo, habló con su padre haciéndole ver que su hijo era feliz así y ellos solo deberían apoyarle y mostrarle su cariño, pero para su padre fue como si hubiera dejado de existir y comenzó a ignorarle tal y como hacía en esos momentos con su madre.
Esa tarde estaban los dos solos en la casa, su madre tenía de nuevo guardia y su padre aprovechó para llevarse el ordenador. Bill se encontraba encerrado en su habitación, tratando de hacer los deberes sin escuchar como su padre se peleaba por bajarlo todo al mismo tiempo por las escaleras y así no tener que dar dos viajes.
Cerró los ojos y maldijo por lo bajo cuando le escuchó llamarle. Suspiró y se levantó de la cama, dejando un lapicero entre las páginas del libro que estaba leyendo para que no se le cerrara. Se calzó las playeras y salió al rellano de las escaleras.
— ¿Si?—preguntó como si no supiera para qué le había llamado.
—Deja de hacer el vago y échame una mano—ordenó Jörg jadeando.
—Estaba estudiando—explicó Bill dando un paso.
Ignorando sus palabras, le entregó la pantalla del ordenador y el cargó con lo demás.
—Cuidado no la dejes caer—pidió Jörg con tono duro.
Tragándose lo que pensaba, bajó las escaleras y salió de la casa. Caminó hasta la entrada del jardín donde estaba el coche de su padre con el maletero abierto. Esperó a su lado mientras lo metía todo y le entregó su carga suspirando aliviado.
—Dile a tu madre que mañana vendré a por el resto—murmuró Jörg dando la vuelta al coche.
— ¿Vas a dejarnos algo o tendremos que empezar a comprar muebles nuevos?—no pudo evitar preguntar Bill.
Jörg se volvió dispuesto a contestarle, pero al ver que se acercaba alguien simplemente le ignoró de nuevo y se metió en el coche, arrancando y alejándose del raro de su hijo.
—Hey, Bill—saludó una voz.
Se volvió y olvidándose por unos momentos de su padre, sonrió al recién llegado y estrechó su mano.
—Andreas, llegas en el momento adecuado—dijo suspirando.
—Si, desde la ventana te vi hablar con tu padre y me imaginé que me necesitarías a tu lado—sonrió Andreas.
—Eres el mejor amigo que tengo. Vamos, entremos en casa y coloquemos todo lo que ha desordenado mi padre antes de que mi madre vuelva y se eche a llorar de nuevo—dijo Bill con pesar.
— ¿Qué ha sido esta vez?—preguntó Andreas entrando en la casa.
—El ordenador, suerte que el portátil me lo regaló mi madre, si no de fijo que también se lo llevaba—explicó Bill.
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Bill y Tom, el amor de dos inocentes
FanfictionPerdió a su madre en un vulgar atraco, vio como su padre se hundía en un pozo de sufrimiento, arrastrándole a él de paso... Yendo en buscas de respuestas, su padre descubrió el gran secreto que su mujer guardaba, implicando en el al nuevo amigo de s...