V

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La puerta se abrió de golpe.

Aziraphale dio un paso atrás con los ojos más abiertos de lo normal, abrazando el bulto  contra su pecho. Las gotas de lluvia agrietaban su rostro cual cuchillos y sus dientes no paraban de castañear, sin embargo, sintió una sombra de alivio calentarlo apenas sus ojos entraron en contacto con los lentes de Crowley, que le miraba con las facciones arrugadas de quien ha pillado una mosca en medio de su comida.

—te dije que no quería volverte a ver—gruñó el demonio con la voz ronca. Incluso si no necesitaba dormir, Aziraphale sabía que el sueño era para Crowley lo que la comida para él. Los ángeles y demonios debían darse placeres humanos de vez en cuando—Son las dos de la mañana, Aziraphale. ¿Tienes idea de...?—se detuvo de golpe, frunciendo un poco más las cejas al cabecear hacía el bulto en los brazos del ángel—¿Qué traes ahí?

Antes de que pudiera contestar, el bulto soltó un lamento. Estaba completamente seco en comparación al ángel, que no paraba de titiritear.

El demonio dio un paso atrás, separando sus labios en un gesto que solo podía interpretarse como un: ¿Qué demonios hiciste?

—puedo explicarlo—se apresuró a contestar el ángel, mirando en todas direcciones. Sentía que a donde fuera, habían un par de ojos invisibles siguiendo sus pasos.

—lo dudo mucho—negó, boqueando en lo que encontraba las palabras correctas—Dime que no es quién pienso que es—señaló el bebé, arrugando los labios con asco cuando esté emitió un bostezo—Por amor a Dio... Por Sat...—suspiró—Tan solo dime que no te robaste a Jesús de Nazareth y que ese bebé no tiene nada que ver con que estés parado frente a mi puerta a las dos de la mañana—pidió, sonando esperanzado por un segundo. Su rostro decayó tan pronto Aziraphale apretó los labios, incapaz de darle la respuesta que el demonio tanto quería—¡Por un demonio, ángel! ¿Qué demonios estabas pensando al robarte al hijo de Dios?

—en su momento me pareció una buena idea—hizo una mueca, arrullando al bebé, que entonces empezó a llorar, hipando tan fuerte que a Aziraphale le preocupó que hubiera algo mal con él. Había cargado muchos bebés humanos, pero nunca a uno tan importante como ese. Bueno, habían quienes consideraban a la hija de Beyonce igual de importante, pero Aziraphale todavía no había tenido el placer de conocerla—Tranquilo, querido. Aquí estamos a salvo. Crowley no dejará que nos pasé nada malo... ¿verdad?—levantó la mirada, observando atentamente al demonio, que hasta entonces se había sumido en un profundo silencio. Crowley tragó saliva, sin levantar la mirada del bebé. Tenía los ojos cafés y una nariz diminuta. Cualquiera pensaría que el hijo de Dios tendría al menos un toque angelical o la piel hecha en diamantes, pero este era igual de corriente que cualquier otro bebé—¿Verdad?—insistió una vez más, menos seguro que la primera vez.

Crowley suspiró, apartando la mirada.

—más te vale entrar antes de que coja esa cosa del pescuezo y lo arroje por la ventana—masculló, haciendo espacio en la puerta. Aziraphale agradeció en voz baja, deslizando la suela de los zapatos por el tapete antes de dar un paso adentro. Crowley cerró la puerta detrás de él, no sin antes asegurarse de que no hubiera nadie más en el pasillo—Ahora, ¿te molestaría explicarme por qué demonios trajiste a ese bebé a mi casa?

Aziraphale, aún con la ropa mojada, se encogió en su lugar. Estaba muerto del frio y tenía hambre, pero ninguna de esas cosas parecían importantes ahora. En especial porque el bebé había vuelto a quedarse dormido y lo último que quería era despertarlo por accidente.

—no supe a donde más ir—suspiró, tristemente—El cielo piensa que somos enemigos, así que jamás sospecharían que estoy aquí.

—técnicamente, somos enemigos—cruzó los brazos, mirando al bebé de reojo antes de pasar una mano por su cabello y tomar asiento en el trono—Aún no respondes mi pregunta, ángel. ¿Por qué te robaste a Jesús?

And the snake start to sing • AziracrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora