Aziraphale cerró los ojos con fuerza, escondiendo la cabeza bajo la almohada para protegerse de los rayos de sol que entraron a través de la persiana.
—¿Qué se supone que estás haciendo?—chilló cuando Crowley abrió de par en par la ventana, invitando el ruido exterior dentro de la habitación—apenas son las seis. ¿No deberías estar durmiendo? ¿O trinchando a alguien?
—las trincheras son del siglo pasado, ángel. Deberías saberlo—contestó, dejando un golpecito sobre la espalda del ángel al rodear la cama para aproximarse a la cuna, donde Cristopher esperaba de pie con sus manos en el borde. Desde que dio sus primeros pasos hace dos meses, no había parado de corretear de un lado a otro, volviéndose un autentifico tormento para ambos—¿Acaso ya olvidaste que día es hoy?
Un segundo después, el ángel abrió los ojos, sentándose de golpe.
—¡es día de vacunación!—exclamó con premura, tirando las sabanas a un lado para después tropezarse con ellas al salir de la cama—Oh, por todos los cielos. ¡Olvide poner la alarma!
—suerte para ti, yo jamás olvido nada—Crowley se inclinó sobre la cuna para abrazar a Cristopher contra su pecho y levantarlo. El niño no paraba de saltar entre sus brazos, balbuceando un mundo de cosas fuera del alcance de ambos seres sobrenaturales. A pesar de su edad, todavía no había dicho su primera palabra y ambos estaban ansiosos por saber cual sería—Le daré de desayunar a la bestia. Mientras, toma un baño y reúne los papeles.
Aziraphale asintió y en silencio observó al demonio salir de la habitación con el hijo de Dios en brazos. Aunque el lado paternal de Crowley no era una sorpresa para él, pues lo había visto interactuar con Warlock en más de una ocasión, seguía produciéndole una reacción extraña en todo el cuerpo. Primero, se sentía caliente de adentro hacía afuera y después le daba escalofríos. Su sangre parecía lava cada que Crowley le daba de comer a Christopher y ni hablar de cuando le cambiaba el pañal.
—ha de ser la menopausia—pensó en voz alta, frunciendo el ceño automáticamente—¿o eso solo le pasaba a las mujeres?—viró la cabeza al tiempo que sacudía una mano para restarle importancia—Bueno, como dicen por ahí: a quien madruga, Dios le ayuda.
***
Resultó ser que Aziraphale odiaba el día de vacunación tanto o más que Christopher, quien no había parado de llorar en los brazos del ángel desde que le aplicaron la primera vacuna.
Era inevitable no desesperarse con un bebé que no paraba de gritar en su regazo, sin contar la innumerable cantidad de miradas llenas de reproche que recibía por parte de los demás padres en la sala de espera. Por más que quisiera hacerse chiquito y desaparecer, el ángel era consciente de que no debía irse sin hablar con la doctora antes y que tampoco podía chasquear los dedos para calmar a Cristopher. Estaba a su merced con un demonio que no paraba de quejarse en voz alta por la ausencia de aire acondicionado en el pequeño cuartito donde llevaban más de veinte minutos esperando.
—será medio segundo, ángel. Nadie más se dará cuenta.
—tengo que ser yo quien lo calme—replicó por enésima vez a la par que el demonio levantaba dos dedos para enseñarle lo fácil que era para él conjugar un milagro—No puedo depender de un milagro cada vez que Christopher haga un berrinche. No sería justo.
—¿justo para quien?¿ellos?—cuchicheó en voz baja, señalando con un gesto vago a las demás personas dentro de la habitación. Aunque Christopher no era el único bebé llorando, si era el más escandaloso—Olvidas que nosotros no nos regimos bajo las mismas reglas que el resto. Nosotros...—su sonrisa viperina se estiró igual a la de un reptil mientras viraba los dedos de adelante hacia atrás—tenemos ventaja divina.
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And the snake start to sing • Aziracrow
FanfictionPoco después de aceptar el cargo como Arcángel supremo, Aziraphale se da cuenta de que su crush por el Ángel Rafael evolucionó a un profundo y prolongado enamoramiento por el demonio Crowley, incluso si en un principio no logra ver lo que está debaj...