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Gabriel caminaba con las manos entrelazadas detrás de la espalda y el mentón en alto. Sus ojos observaban con interés los libros en el estante sobre el televisor, mientras tarareaba en voz baja una melodía que Aziraphale había llegado a conocer bastante bien.

Su porte era impetuoso y casi que petulante en contraste con el ruidoso y torpe Jim, sin embargo, Aziraphale ya no se sentía amenazado en su presencia o al menos hacia un buen trabajo en disimularlo.

—¿te han mandado a buscarme?—preguntó, rompiendo el silencio por primera vez desde que Gabriel se dio a sí mismo permiso para entrar a la cabaña.

—no, pero fueron por mí hasta Alpha Centuri para preguntar si sabía algo de ti—masculló con una nota de desdén en su voz, propio de a quien le ha tocado posponer sus vacaciones.

Aziraphale tragó saliva, mirando por el rabillo del ojo la habitación donde Christopher dormía. Solo podía rezar por que a Gabriel no se le diera por husmear y abrir las puertas una por una.

—¿o sea que has venido a llevarme?—concluyó, tanteando la encimera en busca de algo con que defenderse. Lo más cercano que encontró fue una espátula.

—les dije que no sabía dónde estabas, por supuesto—Gabriel le miró entre rendijas, deslizando uno de sus dedos sobre la superficie del televisor mientras fruncía el ceño ante la menor señal de polvo.

—¿como me encontraste?—frunció el ceño.

Crowley había realizado un milagro para que nadie pudiera encontrarlo y gracias a su estatus como Duque del infierno no tendría que rendirle cuentas a nadie en el infierno. Era prácticamente imposible que alguien fuera de Crowley supiera donde estaba.

—fui el arcángel supremo por más de seis milenios, Aziraphale. Un milagro demoníaco para ocultar tu ubicación no es comparación con las cosas que puedo hacer—resopló, ofendido de ser subestimado. Un momento después agregó:—Tu amigo no te traicionó, si eso es lo que te preocupa.

—no me preocupa—cruzó los brazos, impulsando el mentón hacia arriba con las cejas arqueadas. Confiaba plenamente en Crowley y la idea de que el demonio fuera a revelar su ubicación a Gabriel de todos los seres en el universo le parecía absurda—Así que, si no has venido a llevarme y tampoco piensas delatarme, ¿Qué haces aquí, exactamente?

Gabriel suspiró, encarándolo con la espalda hacia la ventana que daba al jardín. Parecía debatirse si Aziraphale era digno de su tiempo, pero por la manera en que tensaba la mandíbula era correcto afirmar que estaba haciendo un gran esfuerzo por permanecer ahí.  

—tómalo como un favor; Tú me ayudaste tiempo atrás y supuse que sería Justo hacer lo mismo por ti ahora que claramente lo necesitas—le miró de pies a cabeza, ladeando el rostro con una expresión de "y vaya que lo necesitas."

—¿Cómo podrías ayudarme tú a mí?—inquirió el ángel sin maldad, aunque ciertamente confundido.

Hasta donde sabía, Gabriel ya no trabajaba para el cielo y su jurisdicción era limitada como la de cualquier ángel nivel 38. No tenía sentido que interviniera por él, pero sí que el cielo hubiera recurrido a su conocimiento para encontrarlo. Después de todo, Gabriel seguía siendo el arcángel supremo original y ni siquiera Michael, quien había tomado su lugar después de que Aziraphale desertara, estaba a la altura.

—vine a advertirte lo que el cielo planea hacer o al menos lo que yo considero que deberían hacer—explicó tras una pausa en la que aprovechó para barrer con su mirada las tres puertas cerradas al final del corredor. Aziraphale se preguntó si alcanzaría a escuchar los ronquidos de Christopher, pero lo atribuyó a su paranoia de verse acorralado—Las cosas ya no son como antes, Aziraphale. Lo que hiciste no tiene precedentes y absolutamente todos allá arriba quieren tu cabeza. Si no fuera porque Beelzebub me pidió que desviara la atención y mandara a Michael a Australia, podrías apostar todo lo que tienes a que habría más de una legión de ángeles en la tierra buscándote.

And the snake start to sing • AziracrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora