El cielo no era como lo pintaban en las películas con las nubes de un tierno color rosado y los angelitos volando de un lado a otro con arpas y hermosas togas que le llegaban hasta los pies. Puede que en un principio hubiera sido así, pero debió serlo mucho antes de que Aziraphale abriera los ojos por primera vez.
Lo que Aziraphale conocía en cambio era un cuarto infinito, tan blanco que debía parpadear cada cierto tiempo para que no se le secaran los ojos. Y si ponía atención, podía escuchar una melodía similar a la que ponían en los ascensores de los hoteles elegantes a los que Crowley le gustaba infiltrarse para cambiar el jabón de baño por carbón.
El cielo era tan grande que difícilmente uno se cruzaba con alguien a menos de que quisiera, en efecto, cruzarse con alguien. De modo que Aziraphale no estaba preocupado de que lo pillaran revisando los archivos confidenciales. Primero, porque era el arcángel supremo y tenía derecho a saber qué estaba pasando. Segundo, porque nunca nadie quería cruzarse con él.
Al principio le ponía triste no tener a nadie con quien hablar. Los ángeles de menor posición eran amables y siempre estaban dispuestos a una buena conversación, pero eran demasiado jóvenes y sus conocimientos acerca de la tierra eran nulos en comparación con los de Aziraphale. Por otro lado, los demás arcángeles le aborrecían y él los aborrecía devuelta. Eran superficiales y habían quienes les llamaban malvados cuando no había nadie cerca (Coff coff Aziraphale otra vez).
No se suponía que los ángeles sintieran tristeza o que siquiera supieran lo que era la soledad. Habían sido creados para inspirar amor y tranquilidad, pero por cada día que pasaba solo con sus pensamientos, Aziraphale se sentía un poco más alejado del estereotipo que la todopoderosa había diseñado para los de su tipo. No se encontraba en calma y mucho menos feliz. Estaba enojado; Enojado con los ángeles que no sabían nada de Jane Austen; con los Arcángeles que hablaban de él cuando creían que no podía oírlos; consigo mismo por llevar casi dos meses en el cielo y no haberse dado cuenta de lo que pasaba su sus nariz. Pero, sobre todo, estaba enojado con Crowley por dejarlo solo.
Seis milenios juntos al caño en menos de un segundo. Así nada más, Crowley hizo la vista gorda, le dio un beso para hacerle cambiar de opinión y cuando vio que no daría resultado, salió de la librería como si nada.
¡Incluso se lo rogó! ¡Un ángel rogándole a un demonio! Cualquiera diría que había perdido la cabeza. Excepto que no se trataba de un demonio cualquiera. Era Crowley, quien antes de interesarse por pegar monedas en el suelo para engañar a los pobres transeúntes, había sido un ángel maravilloso, padre de las estrellas y dueño de la sonrisa más brillante que Aziraphale había visto nunca.
De nuevo, no había nada malo con Crowley. Era un demonio fantástico y Aziraphale había aprendido a trabajar con él, y más importante aún, a confiar en él, cosa que nunca llegó a concretarse con Rafael, puesto que apenas compartieron un par de palabras antes de... Bueno, eso. Sin embargo, era cierto que la sonrisa de Crowley jamás volvió a ser la misma desde la caída.
La caída.
Aziraphale odiaba pensar en ello. Le ponía la piel de punta y hacía que los intestinos (si los tuviera) se le revolvieran. Fue un día catastrófico tanto para el cielo como el infierno. No obstante, y este era un pensamiento al que Aziraphale le había tomado pavor porque le hacía replantearse una que otra cosa, de no ser por la caída, Crowley no existiría y sin Crowley, la residencia de Aziraphale en la tierra no habría sido ni la mitad de placentera.
Aunque, pensándolo mejor, Crowley también tenía una sonrisa encantadora. A lo mejor no era tan brillante como la de Rafael, pero era imposible apartar la mirada una vez que el demonio sonreía...
Pasos.
Alguien se estaba acercando.
—Aziraphael—llamó el Metatron detrás de él, sacándolo de sus cavilaciones. El ángel pegó un respingón al tiempo que cerraba a la velocidad de un rayo la carpeta que había estado revisando y se la guardaba debajo del abrigo—No esperaba verte aquí. ¿Necesitas algo?
ESTÁS LEYENDO
And the snake start to sing • Aziracrow
FanfictionPoco después de aceptar el cargo como Arcángel supremo, Aziraphale se da cuenta de que su crush por el Ángel Rafael evolucionó a un profundo y prolongado enamoramiento por el demonio Crowley, incluso si en un principio no logra ver lo que está debaj...