48| Supuesta putada

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AIDEN

Lea se gira de golpe para ver quien se está refiriendo a ella. Sin planearlo y probablemente, sin que se haya dado cuenta, nuestros cuerpos se han separado.

—Estupendo...—gruño entre dientes.

Justo lo que necesitaba en estos momentos, que alguien venga a entrometerse entre nosotros.

—Creo que son estos—me indica en un leve tono de voz.

Con una expresión de odio difícil de ocultar en mi rostro, fulmino con la mirada al grupo de chicos que viene por el camino. El demostrativo «estos» es bastante adecuado para calificar al grupo de inoportunos que siempre ronda alrededor de Lea.

Enzo, Atlas y la pobre Zoe aparecen de entre las malas hierbas como si fueran parte de ellas.

—¿Qué te parece si nos quedamos quietos y hacemos como si no los hubiéramos visto? —propongo yo en el mismo tono de voz que ella.

—Aiden no seas así, son mis amigos.

Pongo los ojos en blanco al escuchar su respuesta. Hubiera preferido que me hubiera contestado que quería escapar de allí conmigo y continuar la conversación por donde la habíamos dejado. ¡Qué demonios! No hacía falta ni que hubiéramos seguido hablando, yo solo quería comerle la boca.

Aunque debo de decir, que me gusta estar con ella y si eso supone tener que aguantar a sus amiguitos, lo haré. No estoy dispuesto a irme cuando ellos han sido los últimos en llegar. Además, está más que claro que al único al que le daría una patada en el trasero para ahuyentarlo y perderlo de vista de una vez por todas, sería a Enzo. Cada vez lo soporto menos.

—Hola chicos—saluda amablemente Lea.

—Qué pasa chispitas— saluda el chaval rubio, sin camiseta y con un collar rollo surfero a la par que me tiende la mano.

Su mano agarra la mía con fuerza y yo le devuelvo el apretón.

¡Menudo gilipollas!

Lea fuerza una sonrisa, se nota que está incomoda y me da rabia porque sé que minutos antes, cuando estábamos a solas, no lo estaba.

—Íbamos a dar una vuelta y después a bañarnos—suelta Zoe mirando a su amiga— Podéis venir si os apetece.

Lea gira su cabeza en mi dirección en busca de una respuesta por mi parte. Sé que me está mirando con ojitos de cordero degollado con el fin de que acceda a pasar un rato con ellos. No quiero caer en la trampa. No quiero mirarla porque sé que, en el momento en el que mis ojos se crucen con los suyos, soy capaz de decir sí a cualquier cosa que me pida.

—Vale, nos quedamos un rato—contesta Lea a la par que agarra mi muñeca. Mis ojos miran su delicada mano—¿verdad Aiden?

Mi mirada se alza hacia su rostro. Ella me lanza una media sonrisa y eso hace que sea incapaz de decirle que no.

—Eehmm...sí, claro, nos quedamos un rato.

Lea inmediatamente, amplia su sonrisa y puedo ver como el brillo de sus pupilas aumenta y no precisamente porque el sol le esté dando directamente a la cara.

Caminamos en la dirección que van marcando ellos. Ahora, ni siquiera me importa hacia donde nos dirijamos.

—¿Y qué hacíais aquí? — pregunta Atlas rodeando con su brazo el cuello de Lea.

—A Lea le encanta venir—suelto sin pensar.

Su mirada baja al suelo tímida. Enzo me lanza una mirada y Zoe inmediatamente, sonríe de manera burlona.

El lago de los corazones vacíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora