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Estoy parada en medio de una sala que parece que no nos pertenece a ninguno de los tres. Mi vello se eriza haciendo que un repelús recorra todo mi cuerpo. Me estremezco sutilmente para que ninguno de los dos pueda llegar a percibirlo.
—Papá—camina lentamente hacia el abuelo como si estuviera presenciando un acto celestial.
Una vez enfrente, sus ojos se miran mutuamente entelados de un brillo triste, de un brillo que solo es capaz de proyectar un corazón vacío.
Los brazos de mi padre rodean los de mi abuelo. Puedo notar, pese a la distancia, como mi padre se llena los pulmones inhalando el aroma que desprende su padre.
Las amplias y arrugadas manos de Connor acarician el traje que lleva puesto a la par que Kallan repite ese mismo acto notando el áspero tacto del jersey que su padre lleva puesto.
Una lágrima se desliza por mi rostro y es como si a través de mis ojos ella también pudiera estar presenciando todo lo que mis pupilas están captando en este momento. Los pelos se me vuelven a poner de punta y me abrazo a mí misma mientras me acaricio delicadamente los brazos. Como si quisiera aliviar el estremecimiento que estoy sintiendo.
El brazo de mi padre se separa durante un segundo del cuerpo de mi abuelo. Lo abre ampliamente como señal para que yo me una a ese cálido abrazo que están compartiendo.
Y entonces, antes de lo previsto, mis estímulos reaccionan por mí, llevándome, de inmediato, entre los brazos de ambos.
De pronto, siento que todo tiene sentido. Siento que ambos me sostienen como dos grandes pilares que aguantan el peso de una delicada arquitectura.
De pronto, mi niña interior vuelve a aquella casa.
Saliendo del rincón en el que llevaba escondida cinco años.
...
—¿Y qué cara dices que ha puesto Aiden al verlo?
—No lo sé, porque yo estaba en el baño—hago una pausa—pero cuando ha llegado mi abuelo creo que me he sentido en la situación más tensa de mi vida.
—¡Eres una exagerada!
—No sé...ha sido todo muy raro.
—La verdad, es raro que tu padre haya decidido volver después de tanto tiempo. El pueblo entero pensábamos que había desaparecido para siempre.
—Solo tenía que pasar eso, ya sabes...—trago saliva con dificultad—tiempo.
—Tiempo o que deberías haber cogido tu maldito coche para plantarte aquí mucho antes de lo que finalmente lo has hecho. En realidad—sus manos cogen el enorme vaso de la mesa— has sido tú la que has hecho que vuelvan a reencontrarse—sus labios succionan de la pajita el refresco helado mientras me mira asintiendo.
Me quedo pensativa. Tiene razón, quizás todos necesitábamos esa última pieza que volviera a encajar el puzle.
—Voy yo también a por algo de beber—suelto levantándome y señalando la fachada de su casa. Es como si de repente necesitara cambiar de tema.
—Ves, ves. Como si estuvieras en tu casa.
Entro por la entrada del jardín y camino por el suelo de mármol claro que decora la casa. Esa casa, decorada al milímetro, con todos esos muebles de diseño tan bien seleccionados y esos objetos inútiles de decoración colocados al dedillo exactamente en el mismo sitio que el primer día hacen que ese lugar deje de ser lo que es. Todo es tan frío que me resultaría bastante complicado sentir todos esos metros cuadrados como un hogar.
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El lago de los corazones vacíos
Teen FictionLa vida trae consigo a personas luz que te llenan el corazón de felicidad, dejarlas entrar en tu vida conlleva que algún día puedan marcharse de ella. Un corazón vacío, desocupado y abandonado, ya no es un corazón. Solo los cachos rotos que quedan d...