LEA
Volvemos a casa Aiden y yo juntos, sin el resto de los chicos. Es lo que tiene vivir en la misma calle. Todos los demás viven en dirección contraria a la nuestra. Está muy callado. Me resulta raro que aún no se haya metido conmigo. Tal vez esté dándole vueltas como yo a la idea de explorar un bosque totalmente a oscuras.
—No teníamos por qué haberlo hecho si no querías.
—¿A qué te refieres? —pregunta confuso mientras aparta la vista del volante para mirarme un segundo.
—A lo de esta noche—respondo jugueteando con mis dedos nerviosa— sé que no te gustan estos juegos. Quizás somos un poco infantiles por seguir haciendo las mismas cosas que cuando teníamos quince años, pero es como una especie de costumbre.
—Lea no tienes porque excusarte, tengo veinticuatro años, pero también me gusta pasármelo bien. Ya sabes, dicen que nunca debes perder a tu niño interior.
Me fijo en su sonrisa ladeada y pienso en la suerte que tengo cada vez que sus labios forman una. No puede gustarme más la manera en la que me acepta tal y como soy. Sin cuestionarse mis rarezas.
—Pues ni mi niña interior ni yo misma sé cómo hemos podido aceptar caminar solas por un bosque a oscuras. Zoe debería conocerme lo suficiente como para saber que tengo pánico a los sitios sin luz.
—¿No crees que lo ha hecho precisamente por eso?
—Es puñetera sí, pero ¿tanto?
—A los miedos hay que plantarles cara.
—Yo soy más de taparme con la sabana hasta la cabeza y esperar a que el monstruo no me coma.
—Pues ten cuidado—bromea soltando una mano del volante—no vaya a ser que esta noche te coma uno...—sus dedos suben por mi costado y me hacen cosquillas justo por la zona de las costillas.
No puedo evitar encogerme intentando separarme de su mano a la vez que me río descontroladamente.
—¡Para!, ¡para! —grito—¡odio las cosquillas!
La mano de Aiden sigue moviéndose justo en la parte donde está el filo del top que llevo puesto. No soporto que me hagan cosquillas es como si no pudiera parar de moverme bruscamente, pero a la vez me meara de risa.
Aminora la velocidad y se para justo delante de la verja oxidada de mi casa. Deberíamos darle una pasada de pintura para que se viera mejor. Pero de pronto, pienso que tal vez a Grace le hubiera gustado así, con las marcas del paso del tiempo.
Aiden pone el freno de manos y no evito fijarme en las venas de sus brazos cuando hace fuerza para subir la palanca. Me mira de abajo a arriba para después centrar su mirada en mis ojos.
—No te preocupes por lo de esta noche—suelta de repente, pero esta vez en un tono más serio—Cuando no quieras seguir con el juego solo tienes que avisar al resto.
—Lo sé...—respondo dudosa.
Sus manos cogen las mías y de pronto siento que el corazón me palpita a una velocidad frenética. ¿Estoy nerviosa porque él me esté cogiendo la mano o simplemente me afecta pensar en lo que haré cuando el sol desaparezca?
Mis manos de manera inconsciente miran las suyas. Ese pájaro tatuado entre el dedo índice y el pulgar. Esos trazos finos y hechos con tanto detalle. Ese primer tatuaje que hizo que tuviera curiosidad por el resto.
¿Algún día sería capaz de sentirse libre?
Mis ojos se topan con los suyos y no siento que mis pulsaciones aminoren. ¿Es esto lo que se siente cuando alguien te comienza a gustar? O, por el contrario, siento miedo porque puedan volver a romperme el corazón.
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El lago de los corazones vacíos
Teen FictionLa vida trae consigo a personas luz que te llenan el corazón de felicidad, dejarlas entrar en tu vida conlleva que algún día puedan marcharse de ella. Un corazón vacío, desocupado y abandonado, ya no es un corazón. Solo los cachos rotos que quedan d...