Sobreviviente de guerra

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En la habitación de Aoi, minutos antes de que los primeros rayos de sol entraran por su ventana, la joven pelinegra se encontraba en silencio, con los ojos cerrados y respirando profundamente, tratando desesperadamente por quedarse dormida aunque sea unos minutos más, pero fue incapaz, su conciencia no conseguía tranquilizarse y, por más que sintiera el cuerpo pesado y el deseo de seguir reposando los ojos, no podía conciliar el sueño. Tan sólo recordar las palabras de su querida patrona Shinobu.

- El pilar de la llama, Kyojuro Rengoku ha perdido la vida a manos de una luna superior -Explicaba con pesadumbre, ennegreciendo el soleado día con el dolor en sus palabras, mientras que Kanao sólo se mantenía a su lado en silencio.

- ¡Pero! ¡¿Qué es lo que fue de esos tres, maestra?! -Aoi fue la única en alzar la voz con angustia, sin poder ocultar de su rostro, todo el temor que sentía al pensar en lo que pudo haberles pasado a sus protegidos.

Aquel llamado hizo a Shinobu chasquear la lengua en disgusto, de cierto modo, percibía esto como una falta de respeto hacia la pérdida de un valioso elemento del cuerpo de cazadores de demonios, además de, una carencia de respeto por la muerte de su querido amigo.

- Aoi, en una situación como esta... -En su rostro se dibujó una pacífica sonrisa, la cual, no enmascaró el enojo que la pilar sentía, poniendo a tiritar a todas las presentes, mientras su dulce voz canturreaba.- Deberías ser más prudente con tus comentarios, no sabes cómo la gente podría tomarlos, así que, por favor, elige tus palabras con cuidado, ¿si?

Aoi sintió terror por la ira de su mentora, y sin que nadie se lo pidiera, agachó la cabeza mientras exclamaba:

- ¡Perdóneme! Sé lo que el señor Rengoku significaba para usted, no pretendía lastimarla y mucho menos deshonrar su memoria, le suplico que me disculpe.

- Uhm... levanta la cabeza -Ordenó la pilar con firmeza.

Aterrada, Aoi enderezó su postura, pero no pudo abrir los ojos, tanto era su temor por ver el rostro de la joven Kocho que no se atrevió a dirigirle la mirada, sin embargo, no fue un regaño o un golpe lo que sintió; sino unos brazos delgados y cortos rodeándola por el cuello y atrayéndola hasta que su barbilla reposó en el hombro de su maestra.

- ¿Señorita... Shinobu? -Murmuró Aoi confusa.

- No quise enojarme, es sólo que... -Su voz sonaba frágil, ligeramente quebrada.

Aoi supo entonces las intenciones tras ese abrazo y lo correspondió con fuerza.

- No le debe explicaciones a una simple sirvienta como yo, señorita Shinobu -Susurró de vuelta mientras sentía tiritando el delicado cuerpo de su maestra.- Entremos en la finca, por favor, nadie aparte de nosotras, sus alumnas, deberían de ver su tristeza.

- Ellos están con vida... esos tres...

Esas fueron las últimas palabras de Shinobu en lo que restó de la tarde y, cómo de costumbre, partió llegada la noche hacia alguna otra misión, dejando a las demás residentes de la finca con un sabor amargo en la boca.

Ni siquiera Kanao, la única que también se desempeñaba como cazadora podía ser de ayuda en la misión que su maestra iba a realizar, y ninguna de las cinco, fue capaz de decir alguna palabra que pudiera ofrecer consuelo a su querida protectora. Aoi estaba segura de que no era la única que cargaba con esta incertidumbre mezclada con impotencia, pero a todo este dolor por ver el sufrimiento de su maestra, se añadía un dolor desconocido para ella.

Aquellos tres jóvenes, ¿Qué fue lo que habrán enfrentado?, ¿Realmente todo el entrenamiento que ella les ofreció no fue suficiente para vencer?

Cuando esa idea se cruzaba por su cabeza, apretaba los dientes con furia.

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora