Días después del castigo personal a Zenitsu, los tres cazadores dejaron de considerarse "en rehabilitación", todos estaban recuperados de sus heridas sufridas en el monte Natagumo y ahora se enfocaban por completo en su entrenamiento. Usando unas rudimentarias máquinas, los jóvenes ganaban músculo, al correr a lo largo de la finca conseguían resistencia y fortalecer sus piernas; con la ayuda de las tres pequeñas niñas, ejercitaban su respiración al tratar de reventar unas vasijas de barro solo con su exhalación.
Los tres comprobaban los resultados de su entrenamiento, e incluso con sus diferentes personalidades, con Tanjiro siendo tan tranquilo y Zenitsu tan asustadizo, el entrenamiento con alguien de un nivel similar al propio, los hacía querer competir el uno contra el otro.
"¡Voy a levantar más peso que ellos!"
"¡Voy a correr más que ellos!"
"¡No voy a perder!"
Muy en el fondo, los tres pensaban exactamente lo mismo, y toda esta devoción conmovía a su cuidadora, quien los observaba desde el marco de la puerta, dejando salir un suspiro de alivio y en menor medida, de orgullo. Como una mamá gallina viendo a sus polluelos correr por ahí sin su ayuda.
Ella llevaba tiempo ejecutando esa labor por petición de su maestra, pero esta era la primera vez que se había involucrado tanto con los cazadores a los que cuidaba, y si bien, estaba feliz por su recuperación y todo el entusiasmo que estos chicos traían a su hogar; era consciente de que, al estar recuperados, era sólo cuestión de tiempo para que un cuervo llegase para encomendarles una misión, y todos ellos se marcharían a cumplir con su deber.
No como ella, cuya utilidad se reducía únicamente a los metros cuadrados que conformaban el terreno de la finca.
Esa idea hizo que su leve sonrisa se desvaneciera, y con pesadumbre se dirigió a la cocina para intentar distraer su mente de esas cuestiones con sus tareas. Ahí se dispuso a hornear galletas de arroz, pero no conseguía enfocarse, olvidaba las porciones que debía usar, se preguntaba si había echado un ingrediente a la mezcla justo después de haberlo hecho, golpeaba los recipientes al moverse y luego tenía que atraparlos a último momento; pese a lo desastroso de su proceso, la chica no quiso desperdiciar todo lo que ya tenía hecho y lo metió al horno, a sabiendas de que el resultado sería pésimo.
Con las galletas haciéndose, Aoi se quedó en silencio por un instante, sin nada en lo que distraerse, y esa sensación de vacío hizo que sus piernas se debilitaran, se sentó al lado del horno, mirando al techo mientras la calidez del fogón le traía cierto consuelo, aunque también la hacía sudar.
La mariposa azul pensaba en los tres muchachos, intentando recordar lo más molesto de esos muchachos para convencerse de que anhelaba la tranquilidad que había antes de su llegada, pero no pudo.
Pensaba en Tanjiro y en su necedad para continuar entrenando pese a sus heridas, pero también trataba de ayudarla con los quehaceres, y siempre parecía tan sincero y gentil cuando le agradecía por cada pequeño acto que la chica hacía por él.
Pensaba en Inosuke y en lo ruidoso y grosero que era con ella, pero también pensaba en las risas que le provocaba el verlo tratar de demostrar que él era el líder del grupo y sus explosivas rabietas.
Pensaba en Zenitsu y en lo cobarde que era, lo escandaloso y lo llorón que resultaba; además de que odiaba el modo en que la veía a Kanao y a ella en algunas ocasiones, quedándose embobado con la boca abierta, odiaba el modo en que se expresaba de la hermana demonio de Tanjiro y que desperdiciase tanto tiempo tratando de evitar los entrenamientos, habían mil cosas para odiar del rubio, pero su mente no podía permanecer en ellas por más que lo intentara, porque pensaba en aquel día donde el chico se sinceró con ella y el cómo luego de eso comenzó a tomarse su entrenamiento con seriedad. Con un escalofrío en el cuerpo, se preguntaba si ese cambio se debió a aquella interacción, si Zenitsu había cambiado por lo que ella le dijo, aún con todas las dudas y el miedo que el sentía.
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Diamante en bruto
RomanceLos opuestos se atraen, lo que parecía disgusto y desprecio era en realidad un modo de esconder una inseguridad. Una cercanía se va desarrollando semejante a una enfermera y su paciente, de modo que dos personas aparentemente opuestas y destinadas a...