Los frutos del entrenamiento

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Todo se repite, pero al mismo tiempo cambia...

Una frase peculiar, que puede sonar contradictoria, pero que Zenitsu pudo comprobar en carne propia mientras estaba realizando su misión más reciente: El joven de amarillo se encontraba caminando al lado de una carreta que llevaba en su interior a un médico europeo, quien vino hasta Japón para atender heridos de manera gratuita, siendo llevado por un hombre de mediana edad que tiraba del transporte con la fuerza de sus brazos.

Zenitsu había sido llamado para cuidar al doctor en el sendero de criminales sedientos de unas prendas extranjeras, mafiosos enfadados por ver que alguien quería dar un servicio gratuito y, particularmente, demonios que quisieran probar carne recién importada del viejo continente.

En el camino hacia la aldea más próxima, el pequeño grupo de tres había sido incapaz de llegar antes de que se hiciera de noche, haciendo sudar frío al pobre Zenitsu; el muchacho intentaba agudizar sus sentidos al máximo para escuchar cualquier posible amenaza. Al comienzo, solo era capaz de escuchar los pasos de sus compañeros y las ruedas del coche contra el sendero de tierra, pero cuando se enfocaba con seriedad, era capaz de escuchar a los siervos saltando y rozando las hojas de unos árboles que había al este de ellos, el aleteo de unas aves que aterrizaban sobre sus nidos... pero debía seguir enfocado, tenía que estar listo para reaccionar... preparado... preparado...

- ¡Niño! -El cochero le llamó bruscamente, torciendo la boca mientras que sus gordas y barbudas mejillas se bambolean con sus pasos.- ¿Qué mosco te picó? ¿No ves que estando tan callado nos pones nerviosos?

- ¡Nghhhhh...! ¡No me asuste de esa manera! -Gritó el muchacho histérico, arremetiendo contra el sujeto hasta chocarlo con el hombro.- ¡Me pidieron cuidar de ustedes y por eso tengo que estar atento o nos van a matar a todos! ¡¿Quiere que nos pase eso?!

El hombre, entre asustado y confuso, quiso buscar refuerzo en su pasajero, pero el anciano doctor se encontraba durmiendo, ajeno a toda la discusión; por lo que devolvió la vista al rubio y negó con la cabeza.

- ¡Entonces déjeme trabajar! -Refunfuñó el muchacho, retomando unos pasos de distancia entre ellos y cerrando los ojos para enfocarse en el sonido, volviendo a recorrer mentalmente los sonidos más cercanos, como el silbido del viento, el chasqueo de las pezuñas de los ciervos, el graznido de un cuervo y un paso... dos, tres... ¡PASOS!

- ¡Aquí vienen! -Gritó de inmediato a su compañero, buscando con manos temblorosas su espada, desenvainando y sosteniendo la hoja con torpeza al frente suyo, caminando hacia atrás mientras sus ojos bailaban entre las sombras oscuras de la noche, con el viento sacudiendo las hojas de los árboles, las sombras danzantes no permitían distinguir nada. -¿S-señor?

Miró por encima de su hombro para ver al cochero, pero no había nadie cargando las riendas del vehículo... ¿Acaso ya era demasiado tarde? Las piernas de Zenitsu perdieron fuerza y le comenzaron a castañear los dientes mientras regresaba la mirada al frente, comenzando a caminar haciendo un círculo alrededor de la carreta para vigilar el área; intentó usar su confiable oído para escuchar la respiración del doctor, pero todo lo que podía escuchar eran sus latidos y su violenta respiración, la vista se le nublaba y sentía como si le faltaran las fuerzas, como si estuviera a punto de vomitar por el pánico, mientras el viento se volvía tan violento que echaba su cabello hasta un costado, a la vez que, de entre las sombras producidas por las hojas, emergía una figura similar a la de un humano... Zenitsu se iba a desmayar.

"¡Despierta!" Una voz lo llamó con tanta firmeza que era como si al rubio lo hubieran despertado con una bofetada. "Abre bien los ojos, si dejas que el miedo te venza, perderás sin siquiera haberlo intentado, ¡No dejes que humillen tu orgullo así!"

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora