Aquellos que la cuidan

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Poco después de aquello, Zenitsu fue enviado a realizar una misión, devolviendo la quietud y el silencio a la finca mariposa, algo que era tanto deprimente pero tranquilizador al mismo tiempo, sin embargo, puede que algo de calma y silencio fuera lo que la joven de coletas necesitara para poner la cabeza de vuelta en su sitio y olvidarse de todo "aquello".

Estaba en la cocina, sacando de una cesta de paja las verduras que había conseguido en el pueblo, tomando un gran nabo para comenzar a picarlo con maestría sobre una tabla, con un afilado cuchillo, nada más que el golpeteo del filo contra la madera sonaba en la cocina, ni siquiera podía escuchar a las niñas, que estaban colocando las sabanas al sol luego de lavarlas, sin duda un ambiente así, le ayudaba a recobrar el temple.

- Tú, ¿Dónde está Kocho? -Una voz preguntó desde atrás.

Ella se giró sobresaltada, topándose con la imponente figura de un hombre alto, mucho más alto que la mayoría de japoneses adultos. Su cerebro tiraba un torrente de ideas presa del pánico; pensando en la identidad de aquel hombre, en salir huyendo, en combatirlo o en gritar.

- ¿Q-quién ere...? -Balbuceó su pregunta, pero antes de poder notarlo, algo le cubrió la boca y no dejaba salir ni un hilo de su voz, al reajustar la mirada, pudo ver de cerca a la desarrollada musculatura del intruso, un físico sólo conseguible a través de incontables horas de entrenamiento. Luego subió la vista para toparse con la pesada mirada de aquel hombre, unos ojos rojos fieros y penetrantes, como los de un halcón. ¡M-mhh!

- No vine a oír tus lloriqueos, sólo mueve la cabeza, ¿Shinobu Kocho está aquí? -Le repitió el hombre con hartazgo.

Ella negó con la cabeza, temblando ligeramente. Ante esto, el hombre dejó salir un profundo quejido.

- A pesar de ser pilares, nunca se puede contar con ellos para las emergencias... Bueno, andando -Le apartó la mano de la boca, sólo para colocarla en su cintura y levantarla a casi dos metros del suelo como una simple bolsa, colocándose a la chica sobre el hombro y comenzando a andar tranquilamente fuera del lugar.

- ¡U-un momento! ¡¿Q-qué demonios estás haciendo?! ¡¿Quién eres?! -Aoi, al tener su boca libre, comenzó a escupir todas sus dudas, forcejeando para escaparse de su captor hasta que vio su espalda, en el dorsal de su prenda, llevaba el símbolo de "Destruir", único de los cazadores de demonios; pero no era solo eso, en su cintura pudo ver un par de espadas cortas muy peculiares cubiertas por vendas, todo esto cuadraba con los informes que leía en sus tiempos libres.- ¡¿S-señor Tengen Uzui?!

- Vaya vaya, al fin te diriges a mi con el respeto que me merezco, me alegra ver que Kocho al menos les enseña modales a sus alumnas -Escuchar su nombre fue lo único que logró hacer que respondiera a Aoi, pero ni la bajaba de su hombro ni detenía su paso, ya estaban saliendo hacia el patio de la finca.

- ¡P-pero por favor, dígame qué es lo que busca! ¿P-para qué quiere ver a la Srta. Kocho? ¿Y p-por qué me lleva de esta manera? -Balbuceaba entre el temor y la ira, odiaba ser tratada de esta manera, pero ya no era sólo una cuestión de fuerza bruta, sino de influencia. El hombre que la cargaba tenía el rango más alto del cuerpo de cazadores de demonios por debajo sólo del mismo patrón, desobedecerlo sería una ofensa grave, no sólo a la organización, sino una deshonra a su querida maestra; así que, aún doliéndole, tuvo que tragarse la rabia y hablar con respeto a su captor. 

- Venía porque necesito chicas que me ayuden con una misión importante; no tengo idea de donde está Kanroji y Kocho no está aquí, así que tú tendrás que bastar... -Respondía aquel hombre con el cabello atado por vendas, como si su escueta explicación sobrara para calmar a la pelinegra.

- Pero... ¿para qué? -Preguntó nerviosa.

- Necesito que te infiltres en el distrito rojo y me ayudes a buscar a alguien... Bueno, te necesito a ti y a alguien más, a ver... -Echaba una ojeada alrededor del patio mientras que Aoi, se vio presa del pánico.

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora