Empatía

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A la mañana siguiente, Tanjiro Kamado, el joven pelirrojo y último miembro del equipo que fue a la batalla del Monte Natagumo llegó al aula de enfermería, escoltado del escuadrón de rescatistas para ser internado junto con sus dos compañeros, Zenitsu se encargó de ponerlo al corriente de su condición y la del chico cerdo (quien seguía demasiado deprimido como para decir nada), mientras que Tanjiro le comentó todo lo ocurrido en su audiencia con los pilares y los problemas que trajo la condición de demonio de su hermana menor.

Al final, el joven carbonero había mejorado el ambiente como siempre, al fin Zenitsu tenía alguien con quien hablar, alguien que escuche sus quejas sin mirarlo feo (al menos no inmediatamente), ambos tomaron turnos para quejarse de sus heridas, Tanjiro habló de su impresión de los pilares, los hombres más fuertes de toda la organización y lo poco unidos que eran como grupo.

- Bueno, supongo que es normal... -Comentó el rubio.

- ¿Uh? ¿A qué te refieres?

- ¡Ellos son fuertes! ¡Pueden darse el lujo de trabajar solos y encargarse de los demonios por su cuenta sin depender de nadie! Un debilucho como yo sólo puede depender de los demás para no morirse... -Comentó con bastante convicción por muy pesimistas que fueran sus palabras.

- Pero Zenitsu... -Desesperado, el joven Kamado quiso corregir su razonamiento, pero fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose.

- Que razonamiento tan patético, apropiado para alguien como tú -Aoi entró en la habitación pisando fuerte, sosteniendo una charola con comida para sus tres pacientes, recorriendo el cuarto sin mirar a ninguno de ellos, deteniéndose delante de la cama de cada uno para dejarles un plato con estofado de verduras, todas fáciles de digerir- Deben comerlo todo, si alguno se siente mal, por favor grite para que venga...

Hablaba como si tuviera sus respuestas ensayadas, cosa que molestó a Zenitsu, ¿Qué ni siquiera pensaba verlos al hablar? Lo sentía como un acto pedante. Por su parte, Tanjiro juntó las manos y agradeció por la comida antes de hundir el cucharón en su plato, Inosuke por el contrario se quitó la máscara revelando su delicado rostro aún con algunas magulladuras y moretones, comenzando a comer muy despacio. Zenitsu, sin embargo, no le quitaba los ojos de encima a la chica, pero ella notó esto y devolvió la mirada.

- ¡M-mmm! -Rápidamente apartó la vista como un ratón asustado.

- Come, se te va a enfriar -Le ordenó antes de marcharse del cuarto.

Cuando por fin estuvo a una distancia suficiente, Zenitsu se puso a hacerle muecas, llamando la atención de Tanjiro, quien mostró una amigable sonrisa.

- Me alegra mucho que hayas hecho amigos tan pronto -Decía entre bocado y bocado.

- No son amigos Gonpanchiro, pero tampoco se callan nunca... -Añadió Inosuke con voz ronca, eran sus primeras palabras desde que los habían dejado ahí.

- ¡A-ah! ¡Tu voz! Pff... ¡Jaja! ¡Me había olvidado de tu cara de niña! 

Zenitsu le apuntaba riendo a carcajadas, mientras que el pelinegro solo agachaba la cabeza, con el entrecejo ligeramente fruncido mientras come su estofado en resignación, esta actitud preocupó a Tanjiro, pero mientras él trataba de averiguar la razón del estado de su amigo, el rubiecillo se dedicaba a reírse del penoso estado del bruto de su amigo. 

Sin saberlo, Aoi permanecía apoyada en la pared, escuchando a los chicos discutir, regañándose el uno al otro, gritándose, jugando y divirtiéndose como buenos compañeros... No comprendía porqué, pero estrujaba un trapo entre sus manos, tan fuerte hasta sentir como hace fricción contra sus manos, para luego irrumpir nuevamente en la habitación.

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora