-Princesa
Los ojos de Ellarya estaban fijos en la pira funeraria. Aquel que debía ser un día de gloria, un día que su madre celebraría y del que sabía ambas se regocijarían por meses debido a que habían anunciado su futura herencia al trono, se veía opacado por un obscuro velo de tristeza mientras despedían a la loba que había sido capaz de parir y criar a dos dragones. Sin embargo la suerte no había acompañado a Naara en su tercer parto y había dejado el mundo en la mas difícil de sus batallas. O al menos esa había sido la sutil mentira que la reina de las perras Alicent había dicho al rey cuando este se hubo levantado de su cama aquella mañana.
-Princesa... Ellarya
Ellarya giro apenas su rostro hacía Ser Jaime sin apartar la mirada del cuerpo de su madre. Ni siquiera le habían permitido enviarla de regreso a Invernalia para ser sepultada en la Cripta Familiar donde su cuerpo pertenecía.
-¿Cuando vas a perdonarme y volverás a verme a los ojos?
Ante el tono suplicante en la voz de Cassel, Ellarya se giro al fin hacía él fijando la intensidad de sus ojos violeta en los del hombre.
-Juraste protegerla Jaime... Y en vez de estar a su lado estabas revolcándote con alguna prostituta de bajo nivel mientras ella se rajaba el vientre frente a mi. La dejaste sola sabiendo que este lugar estaba lleno de ratas esperando un descuido para deshacerse de ella.
Jaime bajo la mirada culpable no soportando el odio que los ojos de la mujer que tanto adoraba desbordaban ahora. Y no era odio hacia él, claramente lo sabia. Ella se odiaba a si misma por que la culpa así se lo mandaba y él no podía hacer nada para cambiarlo.
Un Dracarys se oyó en lo alto y en acto seguido la pira funeraria estuvo ardiendo frente a la familia. La pequeña Lesian escapo entonces de los brazos de Alicent que intentaba inútilmente contenerla para refugiarse luego en los brazos de su hermana donde ocultó sus lagrimas de pena.
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Los días en el palacio eran cada vez mas largos y tortuosos. O al menos eso parecía que Viserys y Alicent querían lograr. Fue donde Ellarya se dio cuenta que sin Naara para susurrar al oído del rey ella no valía mucho mas para el rey que Aegon o cualquiera de sus hermanos. Eso no le importaba en lo absoluto la verdad mientras sus intentos por lograr que ella escapara de la Fortaleza Roja no involucraran a Lesian a quien intentaba por todos los medios dar días tranquilos.
Claro que los días no eran exactamente los mejores. Aquel año en que creía la muerte no paraba de perseguirla, no se conformo con arrebatar la vida de aquellos que la rodeaban sino que parecía querer dejar viudos a todos los Targaryen posibles. Ella aún no se quitaba el luto por su madre cuando habían tenido que marchar hacía Marea Alta para presentar sus respetos a Corlys y Rhaenys Velaryon tras la muerte de su hija y esposa de su tío Daemon, Laena Velaryon.
Durante la ceremonia no había cruzado mas palabras que sus lamentos hacía los padres de los difuntos y las hijas de estos. No se había atrevido a acercarse a Daemon pero no lo necesito puesto que el tiempo no les había arrebatado esa sutil forma de comunicarse con la mirada.
La noche llegó y luego de la cena no tardó demasiado en perderse en sus habitaciones donde tras ponerse sus ropas de noche se asomo al balcón buscando que los vientos que llegaban con la marea le trajeran algo de consuelo.
Un revuelo se armó de repente en la planta baja del castillo de Driftmark y tras cerrar los ojos un momento meditando sobre que tan necesario era enterarse de aquel asunto, entro colocando una suave bata sobre su cuerpo y salió para encontrarse en el gran salón con una escena que realmente no esperaba.
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The Wolf who raised a Dragons
Fantasy"-Los Targaryen pertenecen al fuego... los Stark somos del Frío Norte, incluso podría decirse que del hielo mismo. Pero tú mi pequeña dragón, tú perteneces al trono de hierro-" Naara Stark. Los Targaryen eran de pura sangre Valyria, señores dragón d...