Capítulo 6:

513 67 4
                                    

  -Mmm... puntadas exquisitas, alteza-. Ellarya simplemente sonrió con cortesia a la Septa antes de dejar su trabajo de bordado a un lado poniéndose en pie para acercarse a la ventana mientras escuchaba a La Septa partirse en montones de halagos al igual que todos los días que, aunque sabía que sus trabajos eran buenos, también sabía que aquello era una búsqueda de ganarse el favor de su madre. 

  -¿Podemos acabar por hoy?-. Fuera el día estaba espectacular. Las flores de brillantes colores adornaban el jardín y dos enormes dragones volaban en circulos alrededor del cielo. Daemon y Rhaenyra seguramente hubieran salido a uno de sus habituales paseso y por primera vez envidio el no poseer un dragon.-Los dedos me duelen y ese pañuelo de seguro quedara guardado en un cajon por el resto de la historia.

  -O podría regalarlo a su esposo cuando esten casados.-ofreció la Septa, cayandose inmediatamente al recibir una mala mirada por parte de Jaime Cassel. Se había quejado varías veces de la presencia del hombre en el lugar más Ellarya se negaba a que este fuera alejado de ella. 

  -O mejor podrían utilizarlo para secar las lágrimas de cocodrilo de mi madre en mi noche de bodas cuando me decida al fin y salte desde la ventana mas alta de este castillo.

  Una pequeña sonrisita de placer se instaló en sus labios al notar el panico en el rostro de la Septa, pero esta se borró inmediatamente cuando Alicent Hightower se tomó el atrevimiento de acercarse a ella para sujetar su mano.

  -No seas tan cruel Ellarya. El matrimonio no es tan malo y mi padre mucho menos... serás feliz, lo sé.

  -No envidio para nada su felicidad, majestad. Era bastante mas feliz antes de que le dijera a mi padre que era buena idea que me casara con el suyo.-Intentando no ser muy brusca, apartó su mano colocandola detrás de su espalda para que esta no volviera a intentar tomarla y volvió a mirar fuera.-Sé Alicent que no eres feliz con Viserys, no lo amas como a un hombre...

  -Rara vez hay amor en un matrimonio princesa, sobre todo en nuestra posición.-Alicent carraspeo su garganta y observó igualmente el cielo donde Rhaenyra montaba a Syrax. Ellarya se preguntó si sentiría culpa al menos, si echaría de menos a su amiga. Rhaenyra y los murmullos del castillo la habían puesto al corriente de la relación de aquellas dos antes de que Alicent se volviera reina.-Nuestro deber... se limita a parir hijos y procurar que nuestros maridos no vayan a guerras innecesarias.

  -Guau...-aquello salió de Ellarya casi sin aviso alguno. Realmente no creía estar oyendo aquello. Se volteó hacía Alicent con la mas falsa de sus sonrisas y tomó sus manos con suavidad entre las suyas.-Usted es mas infeliz de lo que yo creía majestad.

  Fue Alicent quien apartó ahora sus manos con brusquedad, dandose la vuelta para marcharse enfadada. Quizas dejarla ir era lo mejor, pero no pudiendo consigo misma, tomó la mano de la reina deteniendola.

  -Lo lamento, majestad. Mi problema no es con usted sino con mi madre...

  La mirada de la reina se suavizo y como si hubiera visto la pena en lo mas profundo del alma de Ellarya, la atrajó hacía si abrazandola con suavidad. Ellas no eran enemigas, simplemente dos tristes víctimas de aquellos que iban detrás del poder.

  La mañana se había alargado por demás debido a que el día en el castillo había comenzado antes incluso de que saliera el sol, y no era para menos. La boda entre la Mano del rey y la princesa bastarda cómo aún la llamaban muchos, se celebraría aquella misma noche.  Tras terminar con sus clases de etiqueta, bordado y demás, y luego de tomar el té con la reina. Visitó las que serían las guarderías de su hermano...o hermana más bien. Lo había soñado y sabía que su madre en lo profundo de su corazón igual lo sabía. Aquel bebé sería una niña.

The Wolf who raised a DragonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora