I.

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Cosecha.

En el Capitolio se tenía la popular creencia que los juegos eran algo entretenido y que incluso ser cosechados representaba algo bueno, que los niños enviados a los juegos se sentían orgullosos de estar allí. De luchar por su vida contra veintitres niños más, pero no era así.

Incluso los niños del Capitolio estaban contaminados con esta idea, algunos incluso soñaban con el día en que ellos también pudieran participar en los juegos, es por eso que este año en la cosecha de los sextagesimos quintos juegos del hambre muchos de los niños se encontraban más que felices ante el pequeño cambio de reglas, pues se escogería a un solo afortunado para representar al Capitolio en los juegos.

Las luces del escenario parpadeaban bajo la oscuridad de la noche mientras las personas esperaban pacientemente que la cosecha comenzará. Los niños de doce a dieciocho años formaban filas a un costado mientras que sus padres esperaban pacientemente del otro lado de la cinta que los dividía.

Hasta el final de la fila de niños que esperaban a ser registrados se encontraban la nieta del presidente Snow y su madre.

—Ponte derecha—ordenó la mujer vestida con ropa extravagante. Miró a su hija de reojo sin esbozar otra mueca que no fuese una de seriedad antes de volver a hablar—: Eris, si te eligen tienes que caminar hasta allí con orgullo, y si no, te ofrecerás como voluntaria ¿me entiendes?—la niña trago saliva intentando llevarse sus nervios con ella y luego asintió suavemente.

Mientras la fila avanzaba la niña recorrió el lugar con la mirada, encontrado rostros conocidos por todos lados incluso el de su mejor amigo; Eros Heavensbee, el hijo de un hombre bastante influyente dentro del Capitolio. El niños notó la mirada constante sobre él así que se giró para mirarla y sonrió tras reconocerla y luego movió su mano de un lado a otro en forma de saludo.

Eris sonrió de vuelta y estaba a punto de responder el saludo cuando su madre le dio unas palmaditas en el hombro indicando que debía avanzar, ella acató la orden casi de inmediato y comenzó a caminar hasta que la llegó hasta donde estaban los agentes de la paz que la registrarían y pondrían las papeletas correspondientes a su edad en la urna.

Cuando la cosecha por fin comenzó se pudo ver al presidente en el balcón donde solía recibir a los tributos durante el desfile, el hombre de avanzada edad comenzó a hablar nada más que mentiras, que por supuesto, todos los capitolinos le creían. La mujer en el escenario que haría el papel de escolta escuchaba con atención las palabras del anciano y asentía a cada una de las cosas que decia sin cuestionar ninguna y permaneciendo en silencio hasta que terminó de hablar, fue entre cuando ella habló en su lugar.

—¡Felices juegos del hambre! ¡Y que la suerte esté, siempre, siempre de su lado!—Saludó de forma alegre dejando ver una sonrisa de oreja a oreja sobre su rostro.

La multitud de personas del Capitolio se mantiene en silencio mientras que la mujer camina en dirección a la única urna que se encuentra centrada en el escenario, si, una sola urna, a final de cuentas solo habría un tributo de parte del Capitolio que iría a los juegos como si fuera parte de un distrito aunque, representando con orgullo al Capitolio, claro.

La escolta revuelve las papeletas dentro de la urna y luego toma una entre sus manos, la extiende y la lee, luego anuncia al niño elegido, que sin duda, no es Eris.

Eros Heavensbee—anunció la mujer con alegría.

«Es extraño, el nombre me resulta familiar» pensó ella, y claro como no le resultaría familiar si es era nombre de su mejor amigo.

—¡Me ofrezco como tributo!—se escucharon unos cuantos gritos al unísono, entre las filas de niños acompañados de quejidos de parte de los niños que son empujados hacia el frente mientras que los que se habían presentado voluntarios intentaban salir al frente.

𝙈𝙚𝙩𝙖𝙣𝙤𝙞𝙖 | 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora