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Mejor triste que muerto.

Horas más tarde, cuando los gritos provenientes de la zona de la Cornucopia dejaron de escucharse y el baño de sangre finalmente había terminado, los cañonazos comenzaron.

—Fueron doce—comentó Spruce de la nada. Con quién, por cierto, se había encontrado luego de una media hora de haber caminado por la espesura del bosque.

—¿Entonces quedamos doce?—Preguntó Terra con una expresión de duda en su rostro.

—Doce..._Spruce se rió de ella antes de corregirla—Trece, tonta—el chico apuntó a Eris con la cabeza quien rápidamente sintió las miradas sobre ella, pero decidió ignorarlas.

Spruce y Terra continuaron con su charla mientras Eris y Emerald se mantenían en silencio hasta que de repente Emerald detuvo el paso, agudizó el oído y los miro de reojo por un momento antes de llevarse un dedo a los labios para indicarles que se callaran.

—Terra—Emerald murmuró lo más bajo que pudo y una vez que la mencionada apareció junto a ella, volvió a hablar—¿Sabes escalar?

—No, ¿Por qué?—Cuando Emerald escuchó la respuesta de su compañera dejó escapar un suspiro. Eris se aproximó hacia ambas ganándose una mirada de parte de ellas dos.

—¿Para qué necesitan escalar?— Emerald miró hacia la parte más frondosa del bosque otra vez y luego volvió a dirigirle la mirada a Eris.

—Creo que hay algo allí.

—¿y no habría salido ya? Digo, supongo que sí hubiera algo allí, un tributo, un animal, un muto, lo que sea. Ya habría salido—La voz de Terra sonaba decidida, casi como supiera exactamente que tenía razón.

—No si es un animal—Mientras Emerald y Terra continuaban discutiendo sobre que era lo que se encontraba entre las árboles y demás plantas, Spruce y Eris se encontraban buscando la fuente de un ruido detrás de uno de los arboles. El muchacho de rulos siguió encaminándose hacia allí sin soltar el hacha, que había conseguido durante el baño de sangre, y con Eris detrás de él también sosteniendo una de lad dagas.

De detras del árbol finalmente salió una tortuga provocando que en el rostro de Spruce de dibujara una amplia sonrisa y de sus labios se escapara un "comida".

El olor espantoso de la carne de las tortugas que habían encontrado para comer comenzó a llegarle tan solo unos minutos después de que Emerald comenzará a cocinar la carne

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El olor espantoso de la carne de las tortugas que habían encontrado para comer comenzó a llegarle tan solo unos minutos después de que Emerald comenzará a cocinar la carne.

—Huele horrible—se quejó ella mientras se cubría la nariz con la manga de la chaqueta.

—Pero es lo que hay—respondió Terra con un tono tan firme que pareciera que la estaba regañando.

Eris se aclaró la garganta y se removió incómoda en su lugar mientras que su mirada continuaba fija en el fuego, preguntándose si no era demasiado peligroso encender una tan pronto y como si hubiese estado rogando que alguien externo a su alianza lo notará, esto finalmente sucedió.

𝙈𝙚𝙩𝙖𝙣𝙤𝙞𝙖 | 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora