XV

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¡Que comiencen los juegos!

Cuando las luces se apagaron después del escándalo que habían provocado los tributos Eris intentó buscar a su escolta, tan solo para poder despedirse de ella antes de ser enviada a la arena, pero al no encontrarla la joven Snow decidió regresar de una vez a su respectivo piso.

Una vez en el elevador comenzó a quitarse los accesorios que consideraba de más, y sus pensamientos se sumieron en lo que vendría en día de mañana. La puerta estaba a punto de cerrarse cuando alguien se interpuso y las puertas volvieron a abrirse por completo, por estas entró el rubio del cuatro.

Definitivamente la persona perfecta para pasar el tiempo en cualquier lugar, o tal vez no…

—¿Sabes cuánto me gusta tu imprudencia?—En cuanto él dijo palabra Eris alzó la vista y lo miró directamente antes de torcer la boca.

—No fue imprudencia, solo estaba dando mi entrevista, mi opinión— Finnick dejó escapar una pequeña risa antes de mirar hacia otro lugar.

—Sigo viéndolo como imprudencia, un comentario como ese…y en televisión nacional, ¿sabes exactamente el revuelo que causará?

—Por favor, no es como si fuera algo que nadie sabe, ¿tú crees que las personas en los distritos no se hacen una idea desde que los jefes de los agentes de la paz comienzan a utilizar la necesidad como un arma propia para conseguir acostarse con las chicas más jóvenes?

—Está bien, de igual forma…—Finnick comenzó con sus palabras, pero no terminó hasta que estuvo cerca de Eris, tan cerca que ella se encontraba acorralada en contra  de la pared del elevador.

El rubio le dedico una sonrisa, luego su mano derecha encontró su camino en dirección al rostro de Eris. Al principio únicamente la tomó del mentón de una manera suave para lograr que ella lo mirará directamente a los ojos, y cuando lo hizo su mano pasó a acariciar su mejilla con suavidad.

Ella esperó que él dijera algo, que terminara su frase pero en lugar de eso este comenzó a pasar su dedo pulgar por sobre los labios de Eris como si quisiera sentir la suavidad de estos.

Eris abrió la boca para hablar, pero casi de inmediato Finnick le pidió que guardara silencio, y ella obedeció, luego Finnick comenzó a acortar la distancia que había entre sus rostros. Su mano izquierda, la que estaba libre, fue a parar en la cintura de Eris y sus dedos se enterraron allí firmemente, pero sin llegar a lastimarla en lo absoluto. Buscando aquella cercanía Finnick siguió acercándose, aún cuando el elevador se detuvo en el piso cuatro y las puertas de este se abrieron.

Sus labios estaban a tan escasos milímetros de los de Eris, que tan solo era cuestión de inclinar un poco la cabeza y terminarían besándose.

Pero siempre había algo, o más bien alguien, tan oportuno y molesto que tenía que terminar con momentos como este. A la par de las puertas del elevador se encontraba Dale, quien apenas unos segundos de que las puertas se abrieron soltó una pequeña carcajada.

—Lamento interrumpir, pero mi chico tiene que ir a dormir porque…no lo sé, ¿porque mañana comienzan los juegos?—El malhumorado hombre metió sus manos en sus bolsillos y esperó allí, sin duda no iba a irse, y Finnick no planeaba besarla frente a él.

Quería que el momento solo les perteneciera, a ambos.

Odair finalmente terminó por acortar la distancia, pero en lugar de que sus labios terminaran sobre los de Eris acabaron besando su mejilla con tanta delicadeza como le fue posible.

𝙈𝙚𝙩𝙖𝙣𝙤𝙞𝙖 | 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora