Capítulo 8

272 58 16
                                    

Cuando el palanquín se detuvo, Kwon Joosun se preparó mentalmente para volver a interpretar el mismo papel que llevaba meses interpretando. Tenía que aparentar ser una viuda apenada, desvalida y afligida. Una reina triste que había perdido a su amado rey.

Rodó los ojos. Patético.

Sí, había amado a Jaeyong, pero al principio de todo. Cuando aún era joven y creía que el amor haría más sencillo su cometido. Pero aprendió de su error y ese amor pronto fue sustituido por el rencor y la rabia. Lo único bueno que aquel imbécil había hecho por ella, además de morirse, era haberle dado a su hijo, a su querido Jiyong.

Alisando la falda de su hanbok blanco, Joosun sonrió al pensar en su hijo. Durante años había soñado con el día en que su querido niño se sentara en el trono, cuando por fin se convirtiera en el rey que había nacido para ser. Ahora que lo había conseguido, el orgullo que sentía por él era inconmensurable, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por mantener a Jiyong en el lugar que por derecho le pertenecía, así tuviera que mancharse las manos en el proceso.

Eliminaría todos los obstáculos de su camino sin ningún tipo de miramiento, como siempre había hecho.

Viéndose en el pequeño espejo de mano que llevaba siempre en una bolsita ornamentada, se aseguró de que ningún pelito rebelde se saliera de su recogido. No estaba acostumbrada a recogerse su melena castaña con un moño simple, pero el luto lo requería, igual que las ropas blancas.

Un sirviente la saludó con una reverencia y la ayudó a salir del palanquín.

La imagen de la entrada principal del palacio le dio la bienvenida. Miembros de la corte y funcionarios del gobierno se inclinaban profundamente ante ella y, frente a todos ellos, la sonrisa amable y conocida de su hijo le esperaba. Con su sirvienta personal tras ella, caminó hacia él con las manos entrelazadas a la altura del esternón, la espalda recta y la cabeza en alto.

—Bienvenida, mamá.

Con una sonrisa afable, Joosun dejó que su hijo tomara sus manos y las apretara con cariño. Ella le devolvió el apretón.

—Gracias por recibirme, querido —dijo ella, inclinando la cabeza—. No era necesario.

—Por supuesto que lo era. Sigues siendo la reina, mereces ser recibida como tal.

Joosun rio con gracia, agradecida.

Jiyong le ofreció el brazo y ella lo tomó, dejándose conducir por el camino de granito levemente más elevado que el del resto de la esplanada. Al final de dicho camino, frente a la sala del trono, los príncipes les esperaban haciendo una reverencia. Joosun fijó sus ojos oscuros en los azules y hostiles que la miraban y se permitió sonreírle de lado al mocoso de Youngmi, sabiendo que lo único que podía hacerle era mirarla con odio.

Junto a Yoongi, su hermana Yoonji se limitaba a mirar hacia el suelo, incapaz de sostenerle la mirada, igual que hacían el resto de sus hermanos. El miedo que provocaba en ellos, especialmente en la tullida, le regocijaba. Tal vez no la respetaran, pero le temían, y el miedo era un sentimiento mucho más poderoso.

Vio la pequeña figura de la menor de los hermanos y se recordó, con cierta amargura, que tenía otro papel que interpretar.

—He traído un regalo para la pequeña Eunji, espero que no te importe.

—Eso es muy amable de tu parte. —Le sonrió Jiyong— Estoy seguro de que le gustará.

Y si no le gustaba tampoco le importaba. El regalo ni siquiera lo había elegido ella. Pero su Excelencia le había prohibido pisar el palacio sin antes prometerle que trataría de fingir agrado por la pequeña niña.

Retribución » YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora