PRÓLOGO

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Joanna, una mujer de belleza imposible de superar: pelo rubio, ojos verdes y sonrisa abierta caminaba por los pasillos de Roca Casterly, el castillo de su bien amado esposo hacia sus aposentos. El cuarto embarazo ya le estaba haciendo mella. Se sentía más cansada, vulnerable emocionalmente, mareada y los vómitos no paraban en consecuencia de lo que le ocurría. Se sentía débil por el último que tuvo.

Su tercer hijo, un enano con el nombre de Tyrion, era la vergüenza de la familia Lannister y aún así la mujer lo amaba con locura al igual que sus gemelos: Jaime y Cersei.

No podía dejar de pensar en lo que le dijo Lord Tywin esa mañana «... "de nacer como el último, lo arrojaré por el acantilado y dejaré que las olas lo ahogué hasta que el Desconocido se lo lleve"...» El miedo la recorrió en ese instante, pasando por la alcoba del León Dorado. Aquel muchacho de aspecto elegante, su hijo mayor, salía de la habitación justo cuando las piernas de Joanna flaqueaban. Jaime dejó lo que tuviera entre las manos a un lado y mantuvo a su madre en brazos, ordenando a todo pulmón a quien le oyera para que trajeran a cualquier maestre o que los guardias apostados en las paredes la llevaran a sus aposentos, socorriéndola.

Y así fue. Al despertar, la Lannister se encontraba de nuevo tumbada sobre su lecho viendo que su panza estaba bastante más abombada debido a que llevaba 8 meses y medio con su nuevo hijo en el útero. Tywin hablaba con las doncellas de su mujer diciéndoles que comenzarán a poner una bañera y así relajar a la leona de su esposa quien comenzaba a gritar descomunalmente.

-No puedo más, esto va a matarme- sollozaba entre jadeos la rubia al tiempo que era ayudada a meterse en el agua caliente.

El Guardián del Oeste se acercó a Joanna metiendo su mano en el agua comenzando a removerla con sus dedos.

-Calmad, mi señora. Nuestro hijo será tan temido como los leones de nuestras fosas. Todos bajarán sus cabezas cuando se haga paso entre el público y nadie se atreverá a hablarle con malas intenciones por el temor a ser castigado- animó a la mujer, quien agrandó una sonrisa forzada.- Cersei se casará con el joven Targaryen, será reina.

- De ser así, nuestra Casa será respetada por todos. Vos, mi señor, enmendareis el error de vuestro padre al igual que lo hicisteis con los Reyne de Castamere.

***

El tiempo restante pasó más rápido de lo deseado. Tywin observaba a su mujer sudorosa mientras que fuera todos aclamaban la justas por el príncipe Targaryen. Cersei y una de sus amigas caminaba por los bosques y Jaime se había ido a Desembarco del Rey para formar parte de la Guardia Real. El menor de los Lannister permanecía ausente en todo, resguardado en la paz de su cuarto; sin embargo los gritos desgarradores de la mujer llegaban a sus oídos.

El maestre pidió a su señor que se acercara, debían abrir a la mujer por el vientre bajo para sacar a la niña, pues no había forma de que esta saliera por donde debía salir. Tywin, desesperado, y muy a su pesar accedió hacerlo mientras que Joanna cuestionaba que pensaban hacer, forcejeando por que la soltasen al ser agarrada fuertemente por las muñecas y tobillos e impedir que se moviera. De esa forma habían dos opciones: I. La mujer y su hija morían al no abrir el cuerpo por ese lugar. II. La niña nacía por cesárea, tenía una nueva heredera y la mujer moría por desprendimiento de sangre. La decisión estaba clara, debían fortalecer a la familia y si la niña crecía con normalidad, esta se casaría con algún señor como moneda de trueque y hacer sus labores como dama.

Todo salió según lo planeado, Tywin cogió de la mano a su esposa susurrando palabras tranquilizadoras hasta que la niña fue sacada de su vientre y Joanna formaba un silencioso "Te quiero" antes de caer inerte bajo un charco de sangre clavando sus ojos en la pequeña tapada por una manta dorada que dejaban ver su rostro pálido lleno de sangre además de sus afilados ojos verdes con pequeños brillos dorados al igual que los del padre y una pelusilla rubia como el oro líquido. En esos momentos recordó el nacimiento de su hija mayor y posible reina de Poniente. Toda ternura que pudiera tener se olvidó en el momento que sus ojos vieron a la mujer que una vez amó y que ha perdido para siempre. Deseaba odiar a su hija, quería odiarla por la pérdida de su amada, pero unas fuerzas internas no se lo permitían pues todos allí habían oído cuan débil estaba la mujer tras su tercer parto y las tantas advertencias de los maestres a cerca de lo que ocurriría si tenía un cuarto hijo.

HEREDERA DE LEONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora