ʟᴀ ᴅᴏɴᴄᴇʟʟᴀ. [Bellamy Blake]

VI

Unas horas más tarde nos encontrábamos en una especie de nave, después de llevarnos a Lincoln inconsciente de aquel lugar para atarle de ambas manos con unas cadena en la parte superior del transbordador, o así es como lo habían llamado.

Los cuatro nos encontrábamos mirándole, en silencio, pues Bellamy había ido a llamar a Clarke en cuanto llegamos.

Lincoln era mi amigo, él era una de las pocas personas que me entendía, verle en estas condiciones me destrozaba el alma.

Sin embargo, aguanté las lágrimas que amenazaban con salirse y me di media vuelta para salir de aquella claustrofóbica sala, no sin antes soltar:

—Deberíais matarlo y terminar con su sufrimiento.—Automáticamente Octavia habló a mis espaldas, o más bien gruñó como un animal.

—¿No has escuchado a Clarke? Puede salvarse.

—Los segadores llevan siendo un problema desde hace años, si pudieran salvarse lo hubiéramos hecho antes.—Dije, girándome de nuevo para contestarla, manteniendo mi expresión muy seria.

—No si no sabéis cómo.—Esta vez fue Clarke quién habló.

—Siempre creyéndoos superiores a los demás, no tenéis derecho a jugar con la vida de las personas.—Añadí, molesta.

—Es gracioso escucharlo viniendo de ti. Tu propia gente está jugando con tu vida desde que tienes uso de razón.—Lo que dijo la morena me dolió en el corazón.

Pero solo apreté los labios y mantuve la compostura.

—Al menos no tengo que fingir ser lo que no soy porque no encajo en ningún lado.—Nada más salir por mi boca, Octavia se encaró a mí, con el ceño muy fruncido y las venas marcándose en su frente de la rabia.

Bellamy dio un paso hacia nosotras.

—Al menos yo tengo a alguien que me quiere, ¿tú a quien tienes, doncella? Prefiero fingir toda mi vida que no importarle a nadie y morir sola.—Yo tragué saliva.

—Octavia.—Le regañó su hermano.

La tensión era palpable en el ambiente, tanto que me creó un nudo en el estómago de incomodidad.

—Si tanto le quisieras, sabrías que es lo que él hubiera querido.—Dije.

—Ya basta.—Aludió el moreno.

Automáticamente, mientras ella procesaba lo que acababa de decirle, con sus ojos bien abiertos, empecé a caminar hacia las escaleras que subimos hace tan solo unos minutos.

Al llegar a la parte baja, donde daba al bosque, me quedé sentada sobre una caja, apoyé la cabeza en la pared y esperé pacientemente a que decidieran qué era lo que querían hacer conmigo.

Podría huir, pero pensándolo bien no sé ni cómo volver a Polis y aún así la idea de volver con los míos ya no me parece tan buena como antes.

Desde pequeña me han tratado como si fuese una santa, recordándome cada día lo afortunada que era por ser quien soy, pero sin embargo, no hay ni una sola persona de la gente del cielo que no ponga caras raras cuando escuchan quien soy.

Quizás no soy tan afortunada como ellos querían hacerme creer, quizás soy todo lo contrario a afortunada.

Pasaron los minutos, escuché algunos golpes y gritos, pero no me muté, pues es lo que tiene intentar salvar a un segador, que no se puede.