Ventana

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El pedazo de cielo que se encontraba sobre el hogar de Alemania permanecía en varias tonalidades de gris y negro ya que, además de que el tiempo amenaza con hacer llover, la hora rodea las seis de la tarde lo que significa que pronto anochecerá. 

La actual representación de los territorios alemanes yacía en la primera planta de su hogar, preparando la cena tanto para él como para su padre: Third Reich, quien habitaba el último piso de esa estructura de tres. 

Drittes Reich escribía tranquilamente pensamientos e ideas suyos en un cuadernito grueso forrado con tela marrón, un diario, en pocas palabras. Tenía toda su atención centrada en la pluma a tinta, al estilo de la vieja escuela, que trazaba líneas y palabras sobre las amarillentas e impecables hojas de su libretita, tanto así que no fue capaz de percibir el sonido de unas botas de cuero subir las escaleras, avanzar por el pasillo hasta detenerse justo enfrente de la puerta de su habitación/estudio. 

Sólo levanto la mirada cuando escucho el rechinido del gozne, avisando que alguien se adentro a su pieza sin tocar. 

Por el siglo en el que vive, por el año en el que se encuentra, la estación del mismo, el mes, semana, día, la hora que es; por todo el tiempo que pasó desde la última vez que se vieron cara a cara, no pudo evitar sentir un gran desconcierto y sorpresa cuando sus ojos color carmín se posaron en la imperturbable alta figura de su propio padre: Imperio Alemán. 

Agrandó los ojos por la impresión de tener a ReichTangle ahí, de pie como si nada bajo el marcode la puerta, como si no hubiera pasado décadas desde la última vez que compartieron miradas, sin decir palabra, sin moverse, únicamente posando sus pequeños y brillantes ojos blancos sobre su hijo. 

Third sintió desacomodo, por la falta de reacción por parte de su criador y también por la apática mirada que le dedicaba. 

Torció ligeramente el entrecejo, aún sentado detrás de su escritorio, el cual se encontraba cerca de su cama, en un cuarto con una sola ventana. 

Para cuando el alemán más joven en ese piso finalmente salía de su perplejidad e intentar intercambiar palabra alguna con el mayor, una segunda figura apareció de igual forma que la primera, quedando parado al lado del tricolor negro, blanco y rojo. 

El hermano mayor; República de Weimar. Mostrando en su rostro, tal cual Nazi lo recordaba, una expresión seria, imponente e incluso disgustada, en esta ocasión.

Third comenzó a sudar en frío, esta vez achicó sus ojos cuando estos se toparon con los dorados y afilados orbes de su hermano, recién soltó la pluma que hasta el momento había permanecido en su mano, dejándola reposar en el medio de su libretita abierta. 

Nadie decía nada, en el cuarto perduraba un silencio que sólo parecía afectar al que esta sentado, matándolo de la incomodidad y el nerviosismo por tener a sus dos familiares cerca de él en un espacio y tiempo iguales. En su mente, el Reich menor quería llamar a Alemania, su hijo, para que además de aligerar el ambiente con su enérgica y simpática personalidad, pedirle respuestas del porqué dejó entrar a ese par a la casa y peor aún, porqué dejó que ambos subieran a su alcoba. 

Mas las palabras tardaron demasiado en llegar en comparación con la aparición de una tercera y última presencia en el lugar. 

Reinado de Prusia, su abuelo, hizo dar a notar su superviviente existencia al asomarse de entre el corredor. Estando detrás de padre e hijo, resaltando sin querer realmente su enorme anatomía; ReichTangle al lado de ese sujeto parecía alguien blando. 

Solo basta decir que si Third ya se encontraba excesivamente nervioso e impactado con la sola presencia de su familia nuclear en el piso, la revelación de que su abuelo al igual que los otros están en un mismo espacio, mirándolo directamente a él, pareciendo estar molestos, obstruyendo la única puerta de la pieza... Oh, cielos santos, apiádense de este infeliz hombre y cúbranlo con su manto. 

Third no necesito esperar para ver quién finalmente se dignaba a romper el tenso silencio pues, apenas divisó cómo su hermano realizó un minúsculo movimiento de brazo (queriendo dar a entender que tomaría la palabra), el alemán con una cruz gamada en su rostro se levantó de su asiento y como alma que se lleva el diablo, se aventó sin pensarlo dos veces hacia la ventana... rompiendo el cristal por el impacto y cayendo de los tres pisos.  










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