Los errores de los padres

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LA NOSTALGIA ME PUEDE AUUUUU

Título de este oneshot en memoria/honor a algunos libros thirdunion q se perdieron con la purga de wapad 🙏👍👍



























































Cuando ese niño llegó al mundo ni siquiera su padre se enteró.

Y eso no tiene que ser necesariamente malo o cruel, de manera literal Second Reich no se enteró del tiempo ni el momento en que su decencia más joven llegó de la misma nada para formar parte de la familia, y habría deseado estar más atento a su entorno aquel día que tanto terror le causó.

Quizá debió sospecharlo cuando en la mañana, aquella vez, el sol no brillaba como todos los días, pero ¿como podia adivinarlo? tenía toda la cabeza concentrada en sacar adelante a su primogénito. Había iniciado la rutina a seguir de siempre, Papá se despertaba muy temprano en la mañana ya que tenía muchos pendientes esperándolo en la oficina. Y cuidar de su hijo único (por el momento) quien apenas es un niño de cuatro años, tres colores en el rostro y un escudo de águila.

Hacia el desayuno para ambos, Weimar aprendía a comer con cuchara y otros implementos mientras que Second apenas tomaba café y leía apresuradamente un periódico, informes archivados de territorio francés e inglés, después de todo la guerra está a la vuelta de la esquina. Acababa de revisar una hoja e inmediatamente seguía con otra, si era algo demasiado importante la volvía a leer para no olvidar nada o en caso contrario reciclaba el papel para que el niño dibujara o hiciera lo que quisiese. Second le restaba importancia a su cuidado personal y peor aún a su alimentación, ignoraba tan fácilmente sus necesidades fisiológicas que podría parecer un trastorno hereditario; no veía por sí mismo más allá de mantenerse con vida para hacerse cargo de su pequeña familia, no tenía tiempo para disfrutar ni apreciar la vida, no le daba más cariño o atención paternal ni afecto que palmadas en la cabeza o cargarlo consigo para que no tuviera que correr detrás suyo.

Y el niño tricolor se había acostumbrado a aquella frialdad, no conocía otra cosa.

No al menos hasta que Third llegó.

Ese mismo día después de pasar horas enteras en la oficina escribiendo biblias de información relevante para su trabajo, pasar tiempo enseñándole el abecedario en cinco diferentes idiomas a Weimar y a contar en otras cinco lenguas diferentes, juntas directivas en un par de bases de reuniones en la capital y guerrear con un que otro radical que se cruzaba por su camino, llegó a casa muy tarde por la noche dispuesto a mandar a dormir al niño e irse a acostar para al próximo amanecer continuar con su miserable y autodestructivo estilo de vida al borde de una crisis mental.

Arrastrando los zapatos y con indicios de la peor migraña de su vida giró el pomo de su puerta de roble abriendola con un empujón desganado y el espíritu por el suelo, la figura de su sombra fue lo primero que entró al lugar y después un suspiro en el instante exacto antes de alzar la opaca mirada hasta el destino que tenía que llegar, la cama.

Sus pupilas se encogieron y emitió un agudo hipido de espanto.

En el centro del colchón había un bultito enrollado en mantas de color fuego, destacaba por no encajar en el ambiente, pequeño y de una figura tiernamente frágil: había un bebé.

Y eso asustó al imponente Reich a tal punto de hacerlo temblar. No porque la madre naturaleza le haya regalado otro hijo, no porque aquella nueva vida llegó de forma inesperada y no planeada, no porque están al borde del inicio de una guerra y una boca más que alimentar puede llegar a ser un tormento; era porque no se movía, no hacía ruido y apenas se notaba su respiración.

El mundo le peso el triple a Second Reich y las piernas le temblaron al acercarse, todas sus preocupaciones sobre la guerra, su trabajo, conseguir recursos básicos para un niño en crecimiento o incluso el propio futuro de lo que significa tener un segundo hijo y sus necesidades desapareció de su mente y toda su total atención se centro en el bebé, que parecía no tener vida. Su rostro se tornó desesperadamente preocupado y horrorizado, una mano pálida trato de moverlo para comprobar si había reacción de su parte.

Acaricio su cabecita, ningún movimiento, lo levanto entre brazos, parecía un muñeco de trapo con las extremidades flojas y sin fuerza en ellas, lo acercó a su pecho... las lágrimas se amontonaron en sus ojos.

Y es que los bebés siempre lloran al nacer, en el caso de ellos al ser criaturas inhumanas al materializarse en el mundo lloran para llamar la atención de alguno de los padres y que estos se hagan cargo del resto. Alimentarlo, vestirlo, educarlo y mantenerlo con vida. Pero ese niño debió llegar al mundo y no emitió ningún ruido, tal vez porque estaba enfermo o por alguna otra razón... pero de haber llorado, Second se habría dado cuenta de su existencia y lo habría atendido inmediatamente.

Y ahora que vivía la peor experiencia que podía calificar en su tiempo de vida comprendía que no era suficiente simplemente sobrevivir, no valía la pena, porque con el tiempo aprendió algo nuevo con sus hijos que nadie más le puso trasmitir.

Salió de casa con ese bebé en brazos, corriendo con tal magnitud que hacía el piso retumbar y el ambiente de la noche lo convertía en ligera llovizna, haciendo un sobreesfuerzo por tratar de mantener la calma, respirar, correr y rezar, a pesar de que nunca lo había hecho más que una vez en su juventud, rezar para poder encontrar algún doctor disponible a estas horas de la noche y salvar al niño al que llamará su hijo; pensaba, en el centro de su paranoia y ansiedad extrema, que quizá el niño si lloró pero él no lo escuchó.

Y eso lo llenaba de tanta culpa que pudo caer muerto en el camino.

Pero al final resultó que Third siempre fue un bebé callado, no lloraba cuando tenía hambre, no lloraba cuando necesitaba a papá o a su hermano mayor y no lloraba ni siquiera para pedir ayuda o consuelo.



























































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