Troisième

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Ya era la hora de dormir, seguramente el reloj marcaría pasadas las once de la noche si alguno de ellos hubiera volteado a verlo, demasiado perezosos para hacerlo. 

La mujer francesa salía del baño con su pijama puesta, estirando los huesos de la espalda, caminando en dirección a la cama matrimonial. El hombre británico ya se había acostado sobre la acolchada superficie, sólo leía un libro tranquilamente, con la lámpara de su lado encendida, esperando a su esposa para dormir. 

Afuera había un clima helado y húmedo, las espesas nubes estaban adornando el cielo impidiendo la vista hacia el cielo estrellado, de hecho ya comenzaban a soltar una llovizna suave. 

En cuanto ella se adentro a las cobijas, UK dejo en paz el libro y apago la luz. 

Los niños ya durmiendo tranquilos en la seguridad de su hogar, casi siempre es la misma rutina tratándose de ellos dos: a USA le gusta beber un vaso de leche caliente antes de dormir y a Canadá le apetecía más un jugo de frutas a esas horas. En cuanto cada uno se relaja a su manera en sus camitas y con la tenue luz de las velas, sus ojitos parecen cerrarse solos y caen en el mundo del ensueño. 

Los padres, ya en su propio cuarto no muy lejos del de sus pequeños, se miraron a los ojos como podían pues la oscuridad predomina en cada esquina de la casa, seguido de un suave choque de labios, ambos se susurraron deseos de buenas noches. 

La lluvia afuera había incrementado, seguramente sería una de mucha magnitud. 

Fuera del sonido de gotitas cayendo del cielo, el silencio de media noche es un agradable arrullo, y el calor guardado en las paredes de madera sirve para no pasar incomodidades conforme se descansa. 

Silencio, silencio, paz..... y el llanto de un bebé en la lejanía. 

Reino Unido abrió los ojos a su máxima capacidad, miró hacía el frente y sólo pudo ver a Francia dormir. 

Enderezó el cuerpo del colchón, enfocando todo su sentido auditivo hacia aquel llanto que se colaba entre el gotear de las nubes. 

Silencio, silencio, preocupación... y el llanto de un bebé en la lejanía. 

No podía ser coincidencia. 

—Francia, Francia —movió con delicadeza a la mujer, sintiendo el pulso de su propio corazón aumentar mientras confirmaba que realmente oía a un bebé llorando. 

En semejante lluvia como la de esa noche, no podía simplemente ignorarlo y dormir tranquilo.

—¿Mmh? ¿qué pasa? —paso una mano por sus párpados cuando finalmente despertó. 

—¿Escuchas eso? —se levantó de la cama y corrió a la ventana, quitando las cortinas para tratar de ver algo en el exterior. 

Extrañada y aún algo somnolienta, hizo silencio, agudizando el oído. 

Todo el cansancio del día acumulado en su cuerpo se esfumó en cuanto oyó lo que UK. 

Se dedicaron una rápida mirada de preocupación y corrieron afuera de la habitación, encendiendo todas las luces de la casa. 

—Ve al cuarto de los niños y asegúrate qué estén bien, iré a revisar afuera —por las prisas no se dio el tiempo de tomar un abrigo, ni siquiera parecía notar el cambio de temperatura. 

—Con cuidado —ella se coloco una bata, yendo a paso apresurado a donde el par de infantes deberían estar durmiendo. 

El inglés bajó las escaleras casi de un brinco, importándole poco si se habría lastimado los pies al tocar el suelo. Tomó el pomo de la puerta y abrió, casi aventadose a si mismo al exterior. 

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