Pepsi

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La hora de la junta estaba marcada en el reloj y en la agenda mental de cada participante de ella, en territorio de Italia pues así lo preferían el alemán y japonés. 

El tricolor fas cista y el japonés imperialista ya se encontrarían en la pequeña sala de reuniones, un cuarto aparte de toda la instalación que sería su base de reuniones; al fin y al cabo sería una junta poco formal o profesional, un tiempo dedicado exclusivamente para ellos, lejos de la política o la guerra en general, alejado lo más posible de cada ideología que representaba cada uno y sobre todo, algo personal, amistoso se le podría denominar. 

Sin humanos, sin alianzas ni traiciones, sin máscaras falsas que separe las auténticas mentes de cada uno. 

—¡Ey, disculpen la tardanza! tuve que saltar de la ventana pues Afofo tenía las puertas vigiladas con guardias —decía un alemán, entrando de pana a la sala donde el par de amiwos lo esperarían como siempre. 

—Dos de tres seguidas, siént-... ¿qué acabas de decir? —Jap-emp analizó las palabras de su contrario recién ingresado, voleando la vista de dónde sea que la tenia para llevarla al nazi. 

—¿Saliste sin permiso, de tu hogar, de tu territorio? —ahora fue el Fas cista quien tomó la palabra, cubriendo ligeramente la boca con la mano en señal de angustia. 

—Duh. De lo contrario habrían empezado el trío sin mi —se sentó cerca de sus colegas, cruzado de piernas. 

—¿Trío? pero ninguno ha traído instrumentos musicales —el hombre con la bandera de un sol saliente mostró una mueca de completa confusión, alzando una ceja. 

Italia dejó salir una ligera risa, pues él sí había entendido el "chiste" del Reich. Aunque eso no significaba que dejaría de lado la preocupación por enterarse que su amigo alemán prácticamente escapó de sus tierras y, vamos, ellos no son muy diferentes a la raza humana, no tienen poderes mágicos que los saquen de ese tipo de problemas sin tener consecuencias de por medio. 

Un minuto sumergido en sus pensamientos fue suficiente para notar algo diferente en el de piel roja, un objeto que hizo un chasquido y el usual pero temporal sonido de gas escapando de un contenedor sellado, sonido que hizo al nipón como italiano llevar la mirada a Third. 

—¿Qué tienes ahí? —preguntaría el de escudo cuadrado rojo, bordes azul y cruz blanca, señalando con el dedo la botella entre las manos contrarias.

 —Una Pepsi nadamah' —carita de menso. 

—¿De dónde lo sacaste? —el turno del más alto de los tres en hablar, osease el imperio. 

—URSS me regaló una caja entera la última vez que fui a visitarlo —dio a relucir sus puntiagudos y mentolados dientes, con natural alegría. 

—Creí que ese tipo estaría encabronado contigo después de que lo traicionaras —el de ojos rosado pálido, Italia, recargó la espalda contra el cuero que conforma el respaldo de su asiento. 

—Corrección, mi gobierno traicionó al del comunista ese —Third sacó de debajo de la mesa un par de vasos, en los cuales vertió un poco del refresco —; Después de darme dos balazos, URSS se dignó a escuchar mi versión de la historia, y actualmente somos buenos amigos. Nos vemos a escondidas, exactamente como lo hago contigo, Italien~. 

Le lanzó una mirada que decía en todo su esplendor "tú no eres nadie para hablar de traiciones". El nombrado entendió y se ruborizo de la vergüenza, bajó un poco la vista. 

Reich le dio un vasito con Pepsi a cada uno, los obligó a levantar el recipiente como si de un brindis se tratara, y se bebió todo de un sólo trago; lo que le quemó la garganta, pero no se arrepiente de nada. 

De ahí en fuera, su sesión de juego de cartas y tiempo interactuando fue realmente agradable. 

El regreso, por parte del alemán a su propio país, sería el verdadero problema.  













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