Capítulo 43 || Incertidumbre sobre el Futuro

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Hogsmade, Escocia. 1932 

La Ravenclaw se encontraba viendo la ventana que hacia el exterior del establecimiento. Albus le había pedido que se reunieran en la Cabeza de Puerco. Aunque ella se sentía más segura en las Tres Escobas. Debía de confiar en Dumbledore en toda su expresión. Ella jugaba con sus guantes que se encontraban en sus manos. El nerviosismo solo aumentaba desde que había tenido ese sueño. Se empezó a preguntar si su mejor amigo se encontraba bien.

El chirrido de la puerta se abrió haciendo que la castaña volteara de inmediato para encontrarse con su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Dumbledore observó la pintura de su hermana que adornaba el cuarto para regresar su atención a su ex-alumna, que se encontraba inquieta con todo lo que estaba ocurriendo.

— Albus, me alegra que hayas venido. No te hubiera citado urgentemente su no fuera necesario.

— Lo sé, Regina – su profesor se acercó para poder tranquilizarla –. Solo respira y explícame que fue lo que pasó. Por tu rostro, asumo que tiene que ver con Grindelwald.

Ella soltó todo el aire retenido en su interior. Ni siquiera sabía si el mago se encontraba involucrado en su visión, pero con las elecciones a la vuelta de la esquina, hacía que tomara precaución por todo. Theseus se alegraba de que Vogel estuviera por salir como representante del mundo mágico. Si estuviera en las posibilidades de la Ravenclaw, escogería a Vicência Santos.

— Ahora, explícame que es lo que pasa – Dumbledore acercó a una silla para que Pullman pudiera sentarse, cosa que hizo.

— ¿Recuerdas sobre lo que te conté sobre el Cuento de los Tres Hermanos? – Albus asintió con la cabeza –. Tuve una visión. No sé exactamente de que se trata, pero era sobre una qilin y tengo miedo de que se trate sobre Grindelwald, porque nada bueno puede venir de ese hombre.

— ¿Qué fue lo que soñaste, Regina? – preguntó el profesor preocupado en lo que la mencionada se levantaba de su lugar.

— Soñé... soñé con la qilin – la chica se acercó a la pintura donde se encontraba la pintura de la niña con cabellos dorados, un atuendo azul y el fondo era un campo abierto haciendo que la imagen le devolviera la mirada a la Ravenclaw –. La qilin moría dos veces. La primera la degollaban sin piedad alguna. La segunda, se desvanecía como si nunca hubiera tenido una alma.

— ¿Le has dicho algo a tu esposo?

— No – se dio vuelta para rascarse la nuca –. Siento que si le digo algo a Theseus, va a empeorar las cosas. Las elecciones están cerca y no puedo poner en riesgo nada. Siento que las cosas se pueden poner peor.

Dumbledore había escuchado con atención la preocupación de Regina haciendo que caminara de un lado a otro pensativo. La aurora se encontraba nerviosa porque su vida no solo corría riesgo, también la de sus hijos. Ella volteó en dirección donde se encontraba su ex-profesor como si esta fuera su única oportunidad. 

— Albus, ¿crees que Grindelwald sabe algo de mi secreto? – preguntó la Ravenclaw.

El mayor de los Dumbledore regresó su andar por la habitación en silencio. El ruido de las pisadas era lo único que se escuchaba en el cuarto mientras la mirada de Ariana se encontraba sobre su hermano mayor. El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras ponía su mano sobre su barbilla haciendo que Regina se tensara ante la falta de respuesta por parte del castaño. Albus se detuvo de golpe haciendo que la mayor de los hermanos Pullman lo viera confundida.

— Regina, en el hipotético caso que tú y Gareth mueran, ¿quién heredaría tu don? – preguntó Dumbledore interesado.

— Si Gareth y yo morimos en estos momentos, quien tendría el don sería Johanne. Después seguiría Kay, si mi hija muere también – sintió un nudo en la garganta en tan solo pensar en esa posibilidad –. Luego, sería Joe. Por último, sería Kate.

La preocupación de Regina se veía en todo su cuerpo como parte de lo que estaba ocurriendo. Ella tenía la esperanza de que Grindelwald no tuviera dicha información porque de otra manera, ella, sus hijos y Joe se encontrarían en un grave peligro. Theseus lo sabia de antemano después de que le propuso matrimonio la primera vez. Se alegraba no habérselo dicho sobre su sueño, porque hubiera salido peor la situación. Albus pudo ver la desesperación de su ex-alumna.

— Quería salvar a mi hermana del discurso persuasivo de Grindelwald – soltó una sonrisa irónica de tan solo pensarlo –. Cosa que falle estrepitosamente, como lo habrás notado.

Albus volvió a pasar su mano en su barbilla en lo que volvía su andar. Había una idea, nada seguro. Era una esperanza de mantener a Regina y su familia segura. Tal vez sería algo que podría ayudar a la Ravenclaw de alejarse de Grindelwald. Y sabía que Gellert no lo sabía aún porque ya hubiera puesto a sus seguidores a perseguirla.

— Tengo una idea – comentó Dumbledore acercándose a Regina –. Pero tendría que contarte cuando Newt regreso y necesitaré a tu esposo presente.

— Tendremos que esperar a que Artemis regrese – repitió –. Solo espero que no comprometa el secreto de mi familia y nuestra amistad.

— ¿Él no lo sabe? – Regina negó ante la pregunta de Albus.

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