Capítulo 58 || Cena en la Cabeza del Puerco

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— Hogsmade, Escocia. 1932 —

Theseus abrió la puerta haciendo que la nieve entrara con una ventisca en el establecimiento. En el interior se encontraba Bunty observando como Abeforth le entregaba un tazón de leche a la qilin. Regina se quitó toda la nieve que se encontraba en sus botas.

— Bunty, está aquí – anunció Newt emocionado de ver a su asistente.

— Sí – respondió la mencionada cohibida.

— ¿Cómo está? ¿Está bien?

Regina se acercó al ver a la criatura por primera vez desde que Bunty había bajado del tren en Berlín. La Ravenclaw empezó a acariciar a la cría con delicadeza haciendo que intentará lamer el brazo de la aurora provocando que soltará una risotada. Ella volteó para darse cuenta que Theseus la estaba observando con una sonrisa.

— ¿Ahora qué hizo Alfie? – preguntó Newt en lo que los bebés escarbatos se acercaban a él –. No habrás mordido el trasero de Timothy, otra vez, ¿eh?

— Señorita Broadcare, confió en que mi hermano haya sido un buen anfitrión – comentó Albus dirigiéndose a la pelirroja.

— Sí, es muy amable – respondió la mencionada.

— Me alegra escucharla – respondió Dumbledore aliviado –. Tienen habitaciones reservadas en el pueblo y Abeforth les preparará a una cena deliciosa. Su propia receta.

Los viajeros se acomodaron en dos mesas que había unido Abeforth para que el grupo comiera. Todos vieron como el menor de los Dumbledore aventaba algo viscoso a los platos. Él dejó la olla sobre la barra.

— Hay más, si quieren – anunció en lo que Regina trataba de disimular su desagrado ante la comida.

— Gracias – Bunty habló por todos –. Gracias.

Abeforth se detuvo para mirar con seriedad a la asistente de Newt. La pelirroja sonrió haciendo que el menor de los Dumbledore continuara su camino en silencio. El grupo que había viajado a Berlín, se encontraba reunido en su mayoría de nuevo. Regina decidió comer del plato que el dueño de la Cabeza de Puerco que les había dado. La Ravenclaw se dio cuenta que tenía mejor sabor de que lo que aparentaba.

— Increíble. Nada que se viera así de asqueroso me había sabido tan delicioso – comentó Theseus sorprendido.

— Uno nunca debe de llevarse por las apariencias, ¿verdad? – preguntó Regina alzando su ceja.

— Sí. Eso lo tuvo que aprender por las malas, mi amor – Theseus se acercó para darle un beso rápido.

La qilin balaba como si estuviera de acuerdo con las palabras de la Ravenclaw. Regina recargó su cabeza en el hombro de su esposo con una sonrisa por unos instantes y luego retomó su comida asquerosamente deliciosa que se encontraba en frente de ella.

— ¿Quién es este pequeñín? – preguntó Jacob interesado en la criatura que forcejeaba por comer de su plato –. ¿Te importa?

— Es una qilin, Jacob –explicó Newt –. Es extremadamente rara. Una de las criaturas más preciadas del mundo mágico. 

— ¿Por qué? – preguntó curioso.

— Se dice que puede ver dentro de tu alma –respondió Regina –. Es por eso que se lo tiene respeto entre nosotros.

— Estás bromeando – comentó el panadero incrédulo.

— No – contestó Newt mientras negaba con la cabeza –. Si eres bueno y noble, ella lo verá. Pero, si al contrario, eres cruel y mentiroso, también lo sabrá.

—¿Ah sí? ¿Te lo acaba de decir?

— No exactamente.

— Se reverencia, pero solo en presencia de alguien puro de corazón – intervino Lally.

Jacob alzó su mirada para regalarles una mirada entre embelesada, incrédula y de sorpresa. Regina sentía que la expresión era algo ambigua debido  a que se podía interpretar de muchas maneras diferentes. Ella prefería decir que era lo más puro que su corazón pudiera o alguien desinteresado.

—Casi ninguno lo somos, por supuesto, no importa que tan buenas personas intentamos ser. De hecho, hubo una época hace muchos años, cuando las qilins elegían quién nos guiaría.

—Todos los representantes del mundo mágico en ese entonces, fueron grandes representantes de la comunidad – informó Regina.

Jacob tomó su cuenco y caminó hacia el tazón de leche para servirle parte de su estofada a la qilin. El panadero jugó con la criatura antes de servirle la comida. Regina sonrió haciendo que su amigo le devolviera el gesto.

La Ravenclaw tenía algo que le inquietaba haciendo que observara a su esposo por unos instantes en lo que pensaba en sus hijos. Ella tenía que hablar con Dumbledore porque había que la inquietaba desde que se habían ido a Berlín. Se levantó de su lugar dejando a los hermanos Scamander confundidos.

— ¿Y ahora que hiciste? –preguntó Rose observando a Theseus.

— Nada. Lo juro.

Los tres vieron como Regina parecía tomar fuerzas para subir las escaleras del pub. Los dos hermanos intercambiaron miradas.


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